lunes, 3 de febrero de 2014

MALETAS

Hay días que una no está para nada. Sobre todo si una dichosa gripe A se ha enrocado en mí cual Mariano Rajoy y se niega a desaparecer. Estoy lo que se dice hecha un asco desde hace tres semanas. Tos de perro, bolsas y no de la compra precisamente, tres dedos de raya en el tinte, dos kilos de más de tanta miel con leche caliente y galletas…
Ruinosa. Yo creo que tengo peor cara que la infanta, estoy por cambiarle el puesto e irme a Palma a declarar. Un par de “no me consta”, dos o tres “de todo esto se ocupaba mi marido”, un lacrimógeno “tengan en cuenta que mi cociente intelectual es reducido” y arreglao. Además así le quito el sofoco a la muchacha, cambio de aires y me vuelvo con unas cuantas ensaimadas. Estoy muy necesitada de un viajecito, a veces cuando voy al despacho y paso por la estación me dan ganas de subirme al primer tren y aparecer en Vladivostok.
La vida diaria es lo que tiene, desgasta una barbaridad. Y yo de tanto limón para la garganta estoy cítrica pérdida. No te digo nada del otro jueves, no pido que me inviten a la boda del hijo de Carolina, ni un palco en la final de la superbowl. Yo con tres días en un hotelito me apaño. Me da igual que tenga encanto o no, que sea rural o cosmopolita, pero a ser posible con una bañera grande llena de aceites y jaboncitos. Y yo allí a remojo como una reina o paseando por los alrededores o dando cuenta del desayuno bufete hasta la última miga.
Mis recuerdos más felices están siempre unidos a maletas. Hasta para ser madre viajé miles de kilómetros. Esas vísperas preparando ropa, devorando la guía de la ciudad de turno, repasando una y otra vez documentos, billetes, dinero. Que delicia. De hecho, durante años escribí papelitos con los recuerdos más fantásticos y los guardé en un gran sobre. Me ayudan un montón, son como un mosaico de buen rollo contra esos días de pie izquierdo. Una tarde en Lisboa, una cena en Estambul, leerlos me transporta y me cambia el decorado.

¿Soy la única que tiene ganas de desaparecer? ¿Qué no aguanta más este paisaje desolador?
En cuanto llegue a casa me pongo a buscar el sobre desesperadamente, eso o me largo con la marmota Phil y le pido un hueco en su madriguera.





8 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias pichón!! Espero poder ir a verte pronto, me gustaría ver Berlín y verte a ti, nos vemos siempre corriendo una cena y poco más, sería estupendo pasar un par de días juntas y tomar unas cervezas, pasear, encontrar un buen mercadillo.... Mmmmmm

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  2. Ya sé que yo no estoy lejos como Berlín que, además, debe ser precioso por lo que comentan los que han tenido la suerte de ir, pero te presto un ático pequeño y acogedor en Castro (Cantabria).
    Te lo digo de corazón, solo tienes que pedirlo. Si te animas, escríbeme a mi correo. Está muy cerca de la terminal de autobuses. No tendrías que conducir (ni aguantarme, por supuesto).
    Un abrazo desde el Norte,

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  3. Utopía, eres un encanto!! Ya me estoy imaginando una tournée empiezo por Berlín y sigo por Cantabria, sería estupendo... Pero contigo allí. Gracias por el detalle. Un abrazo.

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  4. Tu blog es como un refugio para leer de vez en cuando, estos relatos cortos tan personales. Todos llegan en una u otra forma, al corazón.

    Por esto, pásate por mi blog... Tienes un premio esperándote :)

    http://nekanenfabrics.blogspot.com.es/2014/02/me-han-concedido-un-premio-conoceme.html

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    1. Gracias Carmen! Eres muy amable. Ahora mismo me paso por el enlace que citas!.

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  5. Todos necesitamos desconectar de vez en cuando, si no lo hiciéramos nos convertiríamos en hormigas. Pero a Berlín no vayas ahora, te lo aconsejo, hace un frío que hiela el bigote. Tampoco vayas a Thailandia, hace buen tiempo pero la situación allí es más tensa que cagar sin pestillo (se lo oí el otro día a Arturo Valls y me reí a gusto). Un abrazo y cuídate

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  6. Muy bueno lo de cagar sin pestillo. Lo de menos es el destino, necesito escapar, no son buenos tiempos. Abrazos

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