viernes, 4 de septiembre de 2015

MI NIÑA MUERTA

Todos tenemos un niño muerto en el armario. Y más si pasamos de los cincuenta. Yo tengo varios.

Silvia una cría en brazos de un bombero en el cuartel de Zaragoza, descalza con su pijamita blanco como una muñeca rota. O Amir el chavalín al que una bomba dejo sin familia y sin extremidades, en uno de los miles de bombardeos que buscaban aquellas míticas armas de destrucción masiva. O la pequeña sin nombre que casi transparente se encogía en posición fetal mientras un buitre esperaba paciente en la distancia.

Todos son inolvidables y están guardados por mis rincones, pero hay uno favorito por goleada, una niña inolvidable que me ha acompañado desde mediados de los ochenta como un referente. Omayra.

Omayra hundida en el lodo contando durante horas a los periodistas que la rodeaban su vida, sus miedos, describiendo a su familia, hablando de todo y de nada, con ese deje suave de los colombianos, serena y luminosa. Omayra preocupada porque el día que despertó el volcán que acabó con ella tenía un examen muy importante de matemáticas, Omayra con el pelo ensortijado pidiéndole al periodista que no la dejara solita. Cuando en España solo había dos canales de televisión, yo me recuerdo pegada a la pantalla y puedo sentir como me corrían las lágrimas por las mejillas. Omayra diciendo: “Vayan descansan un poquito y luego vuelven y me sacan de una vez”, preocupada por no saber nadar, agonizó durante tres días frente a nuestra impotencia.

A Omayra mi niña muerta, se está uniendo desde hace mucho un ejército de anónimos diminutos a los que ni siquiera puedo brindar recuerdos. En el mar, bajo las bombas, nada es igual después de tener a un niño muerto entre los brazos -Pérez-Reverte dixit-

No puedo imaginar nada peor.

3 comentarios:

  1. Imagino que te ha venido a la memoria por las imágenes de Alyan Kurdi, el niño sirio ahogado. No había visto las imágenes hasta hoy y ...no hay palabras para describir con el suficiente respeto que se merece a ese niño, y a todos los demás que mueren o agonizan por nuestra culpa o impotencia.
    Un abrazo

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  2. Efectivamente... No hay palabras, solo dolor y rabia. Abrazos.

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  3. Yo también recordaré toda la vida aquellas imagenes de Omayra

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