domingo, 28 de marzo de 2010

LA RED

Cuando tenía 7 años mi padre me llevó al circo por primera vez.
La estrella clave del espectáculo era una  trapecista muy famosa cuya actuación él estaba deseando ver. Nunca antes había estado dentro de una carpa, ni había visto leones o  payasos y mucho menos un trapecio.
Pinito del Oro salió a la pista vestida de estrella, con una capa de lentejuelas doradas que le llegaba hasta los pies, a simple vista parecía una bailarina. Caminaba despacio sobre la arena, al llegar al centro de la pista dejó caer su capa y comenzó a trepar por una escala, de fondo recuerdo un intenso redoble de tambor que la acompañaba en su ascenso.
Mi padre me explicó que era la única mujer en el mundo que hacia el triple salto mortal. Nadie corría tanto riesgo, solo ella. Mi respiración se aceleraba porque cada vez subía más y más alto y me asustaba que pudiera caerse desde allí.
Cuando llegó a una plataforma chiquitina, sobre la arena aparecieron tres hombres que con rapidez extendieron una red como las de las canchas de tenis pero muy grande.Papá me dijo que era por  sí Pinito fallaba, si caía, la red evitaría que se rompiera todos los huesos del cuerpo.
Pero no falló, se columpió, saltó incluso con los ojos cerrados, puso en equilibrio una silla sobre el trapecio... Lo recuerdo como un sueño, parecía un pájaro.
Al final se dejó caer sobre la red, corrió por ella y dando una voltereta aterrizó en la arena, segura y sonriente. Todo eran aplausos, focos y música, los mismos tres hombres de antes salieron a retirar la red.  Yo no conseguía apartar mis ojos de aquella tela. Cuando ya todo él mundo pensaba que había terminado la actuación, ella volvió a trepar al trapecio y a coger el columpio y esta vez sin salvación posible comenzó a deslizarse por los aires limpiamente. Yo no apartaba los ojos de la pista, rezando “que no se caiga por favor, que no se caiga” y veía que lejana quedaba en un extremo la malla arrugada. El silencio era absoluto se oían las respiraciones, los niños que no querían mirar y sé tapaban los ojos, las bocas abiertas...

Yo no soy trapecista pero mi red es Pilar, es su número el que marco cuando  me caigo, para que ella con una paciencia casi oriental consiga recomponerme cachito a cachito. Es ella la que siempre logra despertar el humor que almaceno, a quien cubriría de regalos si alguna vez tengo la suerte de que me sobre el dinero, a quien busco sin descanso cuando tengo una gran noticia que dar.
Ella me levanta, me sustenta, me regaña y siempre irremediablemente termina reconciliándome con la vida.

Solo pido que no me falte nunca, Yo no soy Pinito del Oro y no quiero trabajar sin red.

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