viernes, 19 de marzo de 2010

BARRIOS EXQUISITOS

El otro día Maria, una buena amiga que ha tenido que mudarse de casa por unas incómodas obras, me hablaba de lo diferente que resulta vivir en un barrio muy acomodado. De cómo le choca que el portero de su finca sea lector asiduo de periódicos como Expansión o La Razón y de lo gris y cuadriculado que le parece todo, incluidos sus vecinos.

Gracias al afán expedicionario de mi madre me he paseado por el mundo desde los once años, es con diferencia lo mejor que ha hecho por mí. No solo ayudó en mi educación, además acabó convirtiéndome en alguien curioso y respetuoso con todo lo diferente. Así que conozco barrios como el Upper East Side, Georgetown o Belgravia y he de reconoceros que me encanta caminar por ellos, porque en todo el mundo los barrios ricos siempre se parecen entre si, abundan las flores delicadas, los pequeños setos, árboles con verjas circundándolos, coches caros, parques con césped recién podado y cómodos bancos de madera donde ojear un libro. Las fachadas de los edificios no tienen desconchones, todos cuentan con porteros uniformados dispuestos a abrir puertas y recoger paquetes de tiendas exclusivas. Los perros siempre son de razas selectas y acabas sintiéndote como en un decorado de cine, contenido, sofisticado y elegante, donde nada está fuera de lugar, como si te hubieras colado dentro del Vogue por un rato. Reconfortan por su serenidad y son previsibles, no defraudan, siempre te dan lo que esperas de ellos.

Ruzafa, mi barrio, tiene poco en común, es una interminable torre de Babel, completamente caótica y mestiza. Está sembrado de cafés y restaurantes que se renuevan como champiñones, de tiendas orientales donde puedes comprar un precioso vestido chino o pijamas de lino egipcio, hay cafeterías-librerías donde pasar la tarde con los niños ojeando libros de segunda mano, un mercado de colores que dentro de poco tendrá un jardín en el tejado y pese a que cuenta con más de 20.000 habitantes, carece de infraestructuras completamente básicas, pero a menudo termina supliéndolas con imaginación.

No hay serenidad ni elegancia, la vida bulle y se desborda a diario, a veces tanta diferencia acarrea conflictos y puede saturar. Y te morirías por mudarte a un sitio más tranquilo, te cansas de que todo sea abigarrado y confuso. En Marzo cuando asoma la primavera se inunda de luces y fallas, miles de personas lo invaden, huele a pólvora y buñuelos y aunque resulta agotador, pasa pronto y los petardos se acaban y vuelve la normalidad. Las tardes de parque, cuando el suelo se siembra de diminutas flores amarillas y el calor aprieta y los rincones se llenan de gritos, risas y cumpleaños infantiles.

Ruzafa mi barrio, está vivo, es cambiante, intenso, enriquecedor y caótico.

Quizá la alcaldesa debería darse una vuelta por aquí…

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