jueves, 28 de septiembre de 2017

LOS DE EN MEDIO


Hace años una persona de mi círculo en el fragor de una discusión me tildó de fascista. La verdad es que no recuerdo el comentario que provocó tan airada respuesta, igual se me fue la pinza y me atreví a negar el holocausto nazi, aunque no creo. Simplemente pensé diferente y cuando tenemos una idea en el tuétano, nos puede jorobar una barbaridad que nos lleven la contraria.

Últimamente se oye mucho la palabra fascista en boca de gente que ni siquiera eran personas, cuando Franco murió plácidamente en la cama. En aquellas fechas yo andaba en el colegio, acababa de quedarme huérfana y su muerte fue la primera alegría tras enterrar a mi padre. Con once años, una semana sin clase resultó un regalo inesperado.

Mi madre me explicó que Franco era un dictador, alguien que no toleraba que le llevaran la contraria pero a lo bestia. Me quedó claro que no le apenaba su muerte pero que sentía una doble incertidumbre, reinventarse en un periodo de transición. Con ella viví la emoción de las primeras elecciones, como celebró que se liberara a los últimos presos políticos “MarÍa Amparo nadie debe estar preso por sus ideas” “Las ideas no se frenan con la represión, si se crean mártires las ideas se hacen infinitamente más fuertes” Tuvo una mente abierta hasta el final y disfrutaba charlando de política.

Me gustaría saber qué pensaría ahora de que a Serrat también le llamen fascista, posiblemente me diría que cuando se juega con la gasolina de las emociones, se forman bolas de nieve imparables. Estaría hasta el pirri de que las noticias estén copadas por el procés y dejen de lado los sucesos. Donde haya un buen crimen pasional que se quiten las consultas identitarias.

También diría estoy segura, que Rajoy es una persona completamente incapaz, un pasapalabra. Tuvo la suerte de perderse a Puigdemont. Lo peor de cada casa. Diría que Cataluña no está soterrada bajo ningún yugo opresor, sino que simplemente la sensación de sentirse más y mejor, se les está yendo de las manos. Estaría cansada de las palabras altisonantes conque nos machacan esos próceres de la democracia que buscan arengar a cada parroquia, envolverla en banderas, enfrentarla y generar desconfianza.

Se reiría de Pujol and family, de que casi reivindiquen como propio a ese pedazo de ladrón (esto último con tono de Chiquito de la Calzada, por favor) "Es que es de casa y a los de casa aunque sean unos hijos de puta no se les menta"

Estaría horrorizada por toda la pantomima Berlanguiana que nos envuelve, por esta democracia de mentirijillas que hemos tenido maquillada durante años, por los señores de la CUP que son en el fondo tan de derechas, que hasta alquilan pisitos en el airb&b y critican a Machado. Andaría descojonada por los memes del wathsapp, y me preguntaría porqué el pato Donald aparece pintado en ese transatlántico (ella era más de Disney).

Estaría de acuerdo con Eduardo Mendoza, no hay tanto yugo cuando tenemos televisiones y medios de comunicación, manifestaciones día si y día también, embajadas y entrevistas por todo el orbe. Pero estaría conmigo en que voten, ella añadiría –por favor- y si se tienen que ir que se vayan ya, esto está resultando pesadísimo y ofensivo para propios y extraños.

“Es una batalla perdida María Amparo, porque el desamor no se reconduce”
Como decía Tolstoi en Ana Karenina, todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera. Porque eso somos España y Cataluña, en eso nos han convertido la maraña de errores mutuos, consecutivos y flagrantes.

Pero mamá era de los de en medio, de los que respetan diferencias, de los que no oprimen, ni miran distinto, de los que enarbolan solo la bandera que no perturbe al de enfrente, aquí o en la China. De esos españoles que son clavaditos a los catalanes, porque no hay casi nada nuevo bajo el sol.

Mamá no tenía el gen identitario, como tampoco tuvo el gen del rencor cuando los republicanos asesinaron a su padre en el 36. Yo gracias a Dios, tampoco.











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