jueves, 6 de abril de 2017

¿COCA COLA O PEPSI?

Mi madre fue una mujer elegante. A veces cuando me llevaba al colegio, recuerdo que algunos hombres volvían la cabeza a su paso y eso que no era joven en absoluto. Bastante alta usaba siempre pantalones cuando aun pocas lo hacían, a mí me gustaba rebuscar en su armario a la caza de zapatos, pañuelos y bolsos. Con el tiempo y las desdichas aparcó el glamour y mutó a cruce de hippy con señorona estrafalaria. Pero nunca abandonó el carmín rouge, como ella decía era su remate, su marca de la casa, y hasta días antes de morir le acompañó en la mesilla de noche.

Alguna vez le pregunté por qué no cambiaba de color, es más me dejé mis buenos euros en regalos de marcas rimbombantes que jamás utilizó. Los tintes y los años hicieron que el rojo destacara demasiado y yo la reconvenía para que matizara la paleta de colores. Ante mi insistencia un día me dijo: “María Amparo yo empecé a pintarme los labios de rouge al día siguiente de perder al amor de mi vida” En ese momento yo estaba bebiendo y casi consiguió eliminarme con una asfixia por atragantamiento, cuando me recompuse la miré atónita, cambié de butaca y me dispuse a escuchar.

En un decorado de posguerra, A es abandonada por M casi al borde del altar. El trauma fue de tal calibre que A tardó seis días en salir de su habitación. Sin cruzar una palabra con nadie y cuando ya habían avisado al cura y a los bomberos, abandonó el encierro y puso rumbo a una de las pocas peluquerías que existían entonces, para volver reconvertida en estrella de cine. Perfumada y debidamente maquillada encaró la segunda parte de su vida. Aquel día juró que se pintaría todos los días los labios de rojo, como una declaración de intenciones, como la garantía de reinventarse y no ceder.

Le costó reconducir su vida, profundamente herida en una familia destrozada por la guerra, los labios rojos le ayudaron a tomar las riendas. Tardó en encontrar un hombre, había quedado marcada ante una sociedad machista y mojigata. Con el tiempo mi padre se atrevió a adentrarse en aquellos labios, lo bueno de la vida es que si es larga, a menudo nos regala segundas y terceras oportunidades.

“María Amparo, las declaraciones de intenciones nunca deben abandonarse, son como un faro en la tormenta, como una promesa. Hay que ser consecuente o coherente, llámalo como quieras”

Ayer tomando un café ante la fotografía del Sr. Espinar y sus coca colas, sin saber porqué recordé esta historia.

En el fondo, yo siempre he sido más de Pepsi.

4 comentarios:

  1. Qué buena historia.
    Un abrazo

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    1. Gracias José, mi madre fue una mujer fuerte a veces incluso demasiado. Sufrió mucho. No era una persona fácil era exigente y sobre todo no soportaba las apariencias. Un abrazo.

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  2. Me encanta esta historia. Mi abuela siempre llevó carmín de labios, hasta el final. La recuerdo con los labios rojos de andar por casa y ahora me pregunto si mi padre, o quizás alguna de sus hermanas, sabrá cuál era su declaración de intenciones.
    Un beso (muy rouge)

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