lunes, 24 de marzo de 2014

FLORA Y FAUNA


Yo en otra vida fui medusa, estrella de mar o anemona, si me apuras igual tengo un profundo pasado como delfín. Pero lo que está completamente claro es que viví en el fondo del mar. Mi casa y mi vida están llenas de corales, caracolas o amonites. No los colecciono, son como imanes, me llaman desde la orilla o desde un escaparate y no soy capaz de resistirme. Entro, pago y corro a casa ansiosa, como esas señoras ludópatas de mediana edad que echan la tarde en el bingo, bueno igual pero más barato. Por cierto esta temporada tengo vetado pisar Zara Home, los diseñadores de Don Amancio se han propuesto finiquitar mi recortada nomina. Cuando paso cerca, cambio de acera para evitar la tentación, he hecho promesa de no pisar esa tienda hasta las rebajas de verano.

De mi pasado como molusco invertebrado no recuerdo nada, es una pena. Pero desde que tengo uso de razón estoy rodeada de caracolas. Ya las había en casa de mi tía Manuela, ella me las ofrecía con un “Mariam vamos a escuchar el mar” y a mí me parecía magia pura.

Soy devota visitante del oceanográfico, donde pasaría días, entre lápices y caballitos de mar. Me serenan y me ponen de buen humor. Yo haría como Lou Reed que cuando pasó por Valencia, exigió por contrato deambular en soledad por sus salas. Siete horas de reloj. Cuarenta minutos dedicados en exclusiva a la ballena beluga que sonríe con una dicha tal que dan ganas de acunarla entre los brazos.

A la playa por si las moscas, llevo siempre bolsos grandes y recorro las rocas arriba y abajo como los niños, en busca de tesoros. Del mar conozco muchas cosas pero tengo un sueño imposible, como lo de trabajar en Las Vegas de ayudante de mago famoso. A primera hora de la mañana recorro la orilla y encuentro una botella varada en la arena, me acerco y compruebo que dentro hay un mensaje. No es el plano de un tesoro, ni la carta de amor de un capitán pirata, simplemente son unas palabras importantes que estoy deseando recibir.

La semana pasada pinté mi casa. Hubo que doblar cortinas, vaciar estanterías repletas de libros y descolgar cuadros. Pronto todo estuvo luminoso y con ese olor a pintura que parece el aroma de los coches nuevos, un perfume que se desvanece en cuanto el día a día se hace de nuevo con el timón.

En la trasera de uno de los cuadros, olvidado y agazapado, encontré mi mensaje.

Estoy convencida que ha atravesado nubes de primavera, cerezos japoneses o en mi honor, barreras de coral.








6 comentarios:

  1. Uffff, qué bonito, Amparo...y qué suerte la tuya!!!
    Has encontrado tu botella, tu mensaje y el calor de alguien que te quiere mucho.

    Ya estamos en primavera, los días son cada vez un poquito más largos.
    Hemos vencido al invierno, a la tristeza.
    Vivamos y demos gracias por cada pequeño detalle que nos hace ser felices un momento más, otro momento más.

    Un abrazo

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  2. Gracias por tu comentario Utopía, como siempre. Hemos vencido al invierno, me ha gustado esa expresión tuya. Marisa la artista que firma el cuadro de mi cuento, fue una estupenda amiga que perdí el año pasado. Por eso encontrar esa dedicatoria olvidada el otro día, fue muy importante para mi!!ojalá su espíritu alegre y creativo nos traiga una buena primavera. Un abrazo.

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  3. Parece un guiño desde la otra dimensión. Seguramente mientras lo veías por primera vez, ella estaba sonriendo en algún lugar tan cerca y tan lejos de nosotros. ¿No?, ¿quién lo sabe? Si no sabemos la verdad lo mejor es imaginarla nosotros mismos. Un abrazo y preciosa historia

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  4. Gracias que bien lo has expresado!!! Besos grandes.

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  5. Gracias Miguel!!!
    Besos grandes.

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