Desde pequeña presencié como cada verano, las cuatro hermanas Ecarri preparaban las maletas y ponían rumbo a Londres. Su padre D. Joaquín, que nunca se manejó con los idiomas, no estaba dispuesto a que les ocurriera lo mismo a sus chicas, así que localizó una residencia gestionada por una señora de Zaragoza, que las recibía cada primero de Julio con los brazos abiertos. Las Ecarri volvían a finales de Agosto llenas de novedades, entregadas a los Stones, Portobello road, las minifaldas, los gurús hindues y las botas altas de plexiglás. Su regreso se celebraba en el pueblo, por lo coloridas que resultaban. Aun recuerdo su espectacular entrada en la piscina municipal, con aquellas túnicas floreadas y sus turbantes, imitados hasta la saciedad en toda la comarca. Pero esta es otra historia, que como siempre me disperso y luego los post me quedan infinitos.
Iciar Ecarri la mayor, era para mí la más divina de las cuatro, fusionaba el estilo Hepburn como nadie, de Katherine el cuerpo atlético y la melena pelirroja y de Audrey la mirada lánguida y su afición a recorrer el pueblo en una vespa azul celeste que me robaba el corazón. Casi siempre llevaba una camiseta de cuello alto, con la imagen de Mike Jagger, que le sentaba de muerte.
En casa de las Ecarri los líos con la ropa resultaban antológicos, los pantalones, sombreros y faldas circulaban sin orden ni concierto, como todas gastaban una 38, la ropa fluía como si fuera la CEE, no se conocían fronteras. No es extraño que en ese revoltijo, la camiseta favorita de Iciar nunca apareciera y ella recorriera el caserón dando voces:
- “¿¿¿¿Dónde demonios está mi Jagger??????”
Lola la señora que ayudaba en casa, se volvía loca intentando organizar los montones de objetos que sembraban la vida de las hermanas, desde zapatos de plataforma a pestañas postizas.
- “Lola ¿¿¿has visto mi Jagger???” gritaba Iciar desde lo alto de la escalera, cada mañana.
Lola tenía pluriempleo (recordad, andamos por 1972) y por las tardes era la peluquera de medio pueblo, por lo que difundía entre las vecinas cada anécdota de las hermanas. “Que si hablan en inglés todo el rato, que si saben tanto, porque viajan mucho, que si tienen un novio escocés…”.
Al regreso de uno de los viajes, las hermanas trajeron como regalo para Lola, una camiseta de cuello alto que aquella misma tarde estrenó para abrir la peluquería. Las vecinas le comentaron lo bien que le sentaba y Lola agradecida, `comentó con soltura:
- “Es un jagger me lo han traído las chicas de D. Joaquín”.
Que la camiseta tuviera un dibujo del puente de Londres era lo de menos, desde entonces toda la comarca rebautizó como jaggers a las camisetas de cuello alto.
A mi últimamente me pasa un poco lo mismo. Escribí un cuento titulado “Sin filtro” hablando de esas personas adorables que te encuentran por la calle y siempre aciertan a comentarte que has cogido unos kilitos, o lo monos y perfectos que son sus niños y lo fatal que se está portando el tuyo esa noche, esa gente que solo ve la paja en el ojo ajeno. Desde entonces si estoy estresada por mi menopausia de manual, advierto: “Ojo que no filtro” y esas cuatro palabras se han convertido en un clásico, que utilizan amigas, conocidas y a estas alturas, seguramente, gente a la que no he visto en mi vida.
Me gusta que las expresiones tengan vida propia, que me invadan, aunque a veces sea con faltas de ortografía, que se expandan y se contagien como un catarro.
Las Ecarri, a las que debo una historia completa, terminaron bien, muy bien incluso, una se dedicó a la política y es diputada autonómica, otra traduce novelas y vive en Milán y las dos pequeñas, siguieron con el negocio familiar y confeccionan prendas para Mango y Zara entre ellas muchos JAGGERS.
Dedicado a Carmen, a su lucha y a sus pocas ganas de reír, espero de corazón, que pasen pronto.
Iciar Ecarri la mayor, era para mí la más divina de las cuatro, fusionaba el estilo Hepburn como nadie, de Katherine el cuerpo atlético y la melena pelirroja y de Audrey la mirada lánguida y su afición a recorrer el pueblo en una vespa azul celeste que me robaba el corazón. Casi siempre llevaba una camiseta de cuello alto, con la imagen de Mike Jagger, que le sentaba de muerte.
En casa de las Ecarri los líos con la ropa resultaban antológicos, los pantalones, sombreros y faldas circulaban sin orden ni concierto, como todas gastaban una 38, la ropa fluía como si fuera la CEE, no se conocían fronteras. No es extraño que en ese revoltijo, la camiseta favorita de Iciar nunca apareciera y ella recorriera el caserón dando voces:
- “¿¿¿¿Dónde demonios está mi Jagger??????”
Lola la señora que ayudaba en casa, se volvía loca intentando organizar los montones de objetos que sembraban la vida de las hermanas, desde zapatos de plataforma a pestañas postizas.
- “Lola ¿¿¿has visto mi Jagger???” gritaba Iciar desde lo alto de la escalera, cada mañana.
Lola tenía pluriempleo (recordad, andamos por 1972) y por las tardes era la peluquera de medio pueblo, por lo que difundía entre las vecinas cada anécdota de las hermanas. “Que si hablan en inglés todo el rato, que si saben tanto, porque viajan mucho, que si tienen un novio escocés…”.
Al regreso de uno de los viajes, las hermanas trajeron como regalo para Lola, una camiseta de cuello alto que aquella misma tarde estrenó para abrir la peluquería. Las vecinas le comentaron lo bien que le sentaba y Lola agradecida, `comentó con soltura:
- “Es un jagger me lo han traído las chicas de D. Joaquín”.
Que la camiseta tuviera un dibujo del puente de Londres era lo de menos, desde entonces toda la comarca rebautizó como jaggers a las camisetas de cuello alto.
A mi últimamente me pasa un poco lo mismo. Escribí un cuento titulado “Sin filtro” hablando de esas personas adorables que te encuentran por la calle y siempre aciertan a comentarte que has cogido unos kilitos, o lo monos y perfectos que son sus niños y lo fatal que se está portando el tuyo esa noche, esa gente que solo ve la paja en el ojo ajeno. Desde entonces si estoy estresada por mi menopausia de manual, advierto: “Ojo que no filtro” y esas cuatro palabras se han convertido en un clásico, que utilizan amigas, conocidas y a estas alturas, seguramente, gente a la que no he visto en mi vida.
Me gusta que las expresiones tengan vida propia, que me invadan, aunque a veces sea con faltas de ortografía, que se expandan y se contagien como un catarro.
Las Ecarri, a las que debo una historia completa, terminaron bien, muy bien incluso, una se dedicó a la política y es diputada autonómica, otra traduce novelas y vive en Milán y las dos pequeñas, siguieron con el negocio familiar y confeccionan prendas para Mango y Zara entre ellas muchos JAGGERS.
Dedicado a Carmen, a su lucha y a sus pocas ganas de reír, espero de corazón, que pasen pronto.