viernes, 2 de marzo de 2012

BLANQUEAMIENTO DENTAL

Ir al dentista me resulta siempre inquietante. No es que lo equipare con la declaración de Urdangarín, pero gustito gustito como que no da. Es algo que nunca viene bien, por el susto, por la pasta y por ese fondo musical chill out que me revienta los nervios.
Pese a la inspiración zen del decorador, la consulta y el buen rollo están reñidos. Ni las velas aromáticas, ni esos cojines ideales para los riñones, ni las coquetas butaquitas de cuero blanco. Lo que se dice una mierda. Así que después de saludar, que para eso una es muy mirada, me siento en el último rincón, cruzo las piernas y empiezo a sudar a mares.
Como no me veo con fuerzas de entablar conversación, me agencio con precipitación el Hola de la semana pasada. En los momentos delicados, sé por experiencia que es una apuesta segura.
Mi rictus se relaja una barbaridad, al descubrir con horror que Ana Obregón ha contratado los servicios del cirujano plástico de Michael Jackson. Y que su pómulo derecho está alcanzando unas dimensiones tales que le oculta por completo el ojo. Pero se la ve lozanamente retocada con el Photoshop y llena de proyectos, entre ellos le recomiendo de corazón, que se reinvente como cuadro cubista porque no tendría precio.
A continuación me recreo en “la sencilla a la par que elegante” boda de la hija de D. Amancio Ortega, que queréis que os diga, será la séptima fortuna del mundo, pero a mí el traje de la novia, me parece un camisón desbocado. Está claro que lo mío no es el glamour, pero estoy por pedir empleo como redactora, potenciaría mi vena cursi y puede resultar la mar de divertido.
Yo para decir memeces valgo.
Cuando escucho el “I will survive” de Gloria Geinor versioneado por un coro de monjes tibetanos, no aguanto más y me voy al baño. Las primeras estrofas y el retortijón han sido uno.
Al decorador aquí, ya se le fue la pinza del todo y cubrió paredes, techo y suelo con pizarra negra. El wáter igual de moderno que el resto, está incrustado en la pared y tengo que armarme de pericia para conseguir encaramarme a él. Cuenta con un ligero chorrito de agua impulsada hacia arriba (imagino que para limpiar mi culo) que ha terminado por ponerme perdidas las bragas. El problema es que no cae agüita hacia abajo, ergo la caca que acabo de hacer sigue en su sitio, primorosamente colocada.
Me convierto en una copia de Peter Sellers y busco locamente el puto botón que debe desplazar hacia la cañería el mondongo que he tenido a bien depositar.
Al mismo tiempo dos pacientes más aporrean la puerta - con escasa delicadeza - todo hay que decirlo (he de recomendarles con urgencia la lectura relajada del Hola, puede hacerles mucho bien). Por fin localizo un pequeño saliente que consigue arrancar la cisterna y siento una alegría liberadora, una especie de orgasmo pequeñito. Veloz como un rayo recompongo mi aspecto como Dios me da a entender – lo que incluye una limpieza de ano por los métodos tradicionales- y descorro el cerrojo.
Las dos señoras que esperan, victimas seguramente de la incontinencia, se precipitan dentro. Apenas tengo tiempo de comentarles que lean de cabo a rabo  la entrevista de Ana Obregon, cuando suena la beatifica voz de la enfermera:

“Amparo el doctor la espera, aparte de sus caries ¿¿le apetecería un blanqueamiento??. Estamos haciendo promoción en este tipo de tratamientos".
Definitivamente me quedo sin habla, cojo el bolso y me preparo para abrir la boca, sin posibilidad de escapatoria.

3 comentarios:

  1. Ja, ja, menos mal que no te ofrecieron retocarte los pómulos. ¡Ya puestos...! Un abrazo, Amparo.

    P.D.: ¿Sabes aquel que dice...?
    Va una señora a la consulta del ginecólogo y pregunta —Doctor, ayer, por casualidad, ¿no me olvidaría yo las bragas aquí?
    —No, no hemos encontrado nada.
    —Vaya, entonces debí olvidármelas en el dentista.

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  2. Gracias a los dos!!!
    BUEN CHISTE!
    BESOS

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