jueves, 9 de junio de 2011

AGUA DE BORRAJAS

Hace un par de post os hablaba de un tapón de madera con forma de espiral. Un tapón que de vez en cuando me cierra la creatividad. Como un grifo que gotea, porque siempre, tarde o temprano, vuelvo a sentarme frente a la pantalla con alguna historia pendiente.
Los autores de verdad los llaman parones creativos y como tienen bolsillos menos paupérrimos que los míos, se dan un homenaje a modo de viaje o retiro espiritual, que les despeja de la vida cotidiana y como los yogures con bifidus, les renueva por dentro.
Rellenar la imaginación siendo presidenta de comunidad en un edificio con termitas o madre trabajadora in and out, es sensiblemente más complicado. Más todavía cuando hay resultados médicos de por medio, entonces inevitablemente termino convertida en un cruce entre la Jo de “Mujercitas” y el increíble “Hulk”.
Me ayudan las noches de insomnio o las caminatas de vuelta del despacho o incluso las clases de yoga donde como soy bastante patosa no consigo desconectar.
En ese ir y venir hay un montón de historias que quedan a medias como naufragas en una isla, porque no se terminan, pequeños esbozos en la carpeta de escritos que preside mi ordenador. Yo suelo escribir del tirón y esos bosquejos terminan aparcados porque difícilmente, como persona impulsiva, vuelvo a reparar en ellos.
Anoche decidí quitar las telarañas a algunas de esas historias y me encontré curiosidades como cuando Elena Bonham Carter descubrió que limpiar su casa, era mucho más tranquilizador para su espíritu, que años de terapia con un psicoanalista. Y a mí no se me ocurrió otra, que imaginar un cuento, sobre una reunión secreta entre su ama de llaves y su terapeuta, para convertirse en aliados y quitarle de la cabeza lo de sacar brillo a la plata.
Encontré también un titulo maravilloso “27 maneras diferentes de descubrir un geranio” donde la completa protagonista es Fabiana mi suegra, que lleva años perdida en los vericuetos del Alzheimer, pero aún de vez en cuando, consigue disipar la niebla de su cerebro y te pasma con una lucidez momentánea a prueba de bomba.
En otro hablaba de Doña Concha una vecina anciana del edificio donde trabajo, con la que compartí -por azares del destino- (nunca había utilizado está expresión por lo cursi, pero es que le viene al pelo) el hecho más traumático de su vida. Desde entonces somos medio amigas y me conquistan su elegancia aparente para encajar los grandes golpes y una cierta ilusión de quinceañera, algo completamente milagroso cuando se rebasan los ochenta.
Había también un recopilatorio de las excusas infantiles ante una tarde de deberes. Desde “mamá me ha picado un mosquito venenoso y no me encuentro nada bien” a “mamá me duele la barriga y estoy devolviendo sólidos” pasando por los más clásicos “tengo hambre, pis, caca, mocos, fiebre, no encuentro el lápiz…”
Incluso uno de anoche mismo, sobre el escaso estilo del príncipe Felipe al dialogar con una ciudadana, pese a esa esmerada educación de Georgetown que hemos tenido a bien pagarle entre todos. Hablando de la importancia de las formas y de esos resbalones que cometemos por exceso de seguridad, cuando menos te lo esperas.
Así que he decidido que seáis vosotros quienes elijáis que historieta queréis que termine. En plan “ninot indultat”, la recuperaré de la papelera de reciclaje y me servirá de terapia. Como si fuera un concurso.
Espero vuestras votaciones.
Con razón mi padre siempre me llamaba cabecita loca.

4 comentarios:

  1. Me he visto reflejado en la primera parte de tu post, la capacidad creativa es muy caprichosa. Respecto a la historia que prefiero: la de tu suegra y las excusas de tu hijo son mis favoritas, jejeje. Un abrazo y suerte

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  2. Yo voto por el cuento del ama de llaves y el psicoterapeuta de la mujer de Tim Barton

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  3. Pues yo voto por doña Concha. Me ha intrigado esa situación compartida. Ánimo con esas vicisitudes literarias.

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