viernes, 16 de abril de 2010

ARRIBA EL TELÓN

Estoy harta de los aeropuertos y las estaciones, de las colas, de los controles de aduana, del café de las máquinas que siempre termina por quemarme el paladar, de ver carteles en todos los idiomas menos en el mío, harta sobre todo del frio, de las habitaciones de hotel que siempre parecen idénticas, de tantas ciudades desconocidas por descubrir urgentemente con un plano en la mano, de los sándwiches que saben a plástico, de la soledad, de la morriña, de ver la cara de mi hermana o de mi madre en las fotos del facebook.
Desconsolada por perderme los besos del hombre de mi vida, por retrasarlos como en un paréntesis, por no despertarme con los lametones de mi perra. Cansada de recorrer mundo con premura de examen en examen, ajetreada siempre. De renovar la fe en mi misma como el que hace gimnasia ante una puerta cerrada mientras espero mi turno.
Tenso mi cuerpo y empiezo a calentar y miro mis pies, tan alejados del zapatito de cenicienta, pies currados, curtidos, operados, con juanetes deformes después de tantas horas de ensayos y pienso “tengo que ser la mejor, soy buena, he llegado hasta aquí para que estos completos desconocidos me escojan, como el que elige la flor más llamativa y ahora estoy sola y me lo juego todo”. Y contengo la respiración y rezo y me encomiendo a Dios y al diablo y me hablo a mi misma como el que anima a su equipo de futbol. Y expulso el miedo y lo negativo y me concentro y siento ganas de llorar y me voy al wáter y a veces hasta me cago de miedo y vuelvo a la cola y oigo por fin mi nombre, entonces la música suena y todo se para, olvido en que ciudad estoy, las caras de los jueces que me juzgan, la competencia, la soledad. Comienzo a bailar y todo ya definitivamente cobra sentido.

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