jueves, 4 de octubre de 2018

SALUD MENTAL

Laboralmente es tiempo de mudanzas, después de dieciséis años en el maravilloso ático del centro, la jubilación de mi jefe supuso un punto de inflexión. Ahora tras unos meses provisionales, nos asentamos en tres oficinas con unas vistas maravillosas que saben a gloria. Hoy me dirigía allí para ultimar el traslado sumergida en un mix de Black Eyed Peas y Barry White, cuando en la parada del bus una señora de mediana edad me ha tirado del brazo.

He tardado una pizca reaccionar y quitarme los auriculares, mientras ella me espetaba: "¿Tu fumas? ¿Tú fumas? ¿Cuándo viene el 90? ¿Dime, dime, falta mucho?" Le he contestado que no fumaba y que el autobús llegaría en unos seis minutos, pero no ha parecido entenderme porque cada instante de esos seis minutos eternos ha vuelto a repetir las mismas preguntas. En apariencia era una mujer de mediana edad, corriente y moliente, bien vestida, arreglada, incluso pulcra, pero su mirada era átona, sin luz, muy honda. La he perdido de vista en el larguísimo autobús y cuando sonaba “You are the first, my last, my every thing” mi decorado ha virado hacia dos niños de unos nueve años y su cuidadora. El chaval preguntaba insistentemente porque no estaba Luisa, enfadado ha lanzado la mochila al suelo, su hermanita que tenía unos ojos dulces y tristes le pasaba la mano por el pelo y le susurraba “Tranquilo, tranquilo” Pero Pablo que así se llamaba el chico, no se calmaba e intentaba llamar la atención de los pasajeros con todo tipo de gestos y palabras. La niña continuaba serenándolo, diciéndole “así no, habla más bajo, te quiero y quiero que te portes mejor” era como una madre pequeñita que no soltaba su mano. Enternecedora, completamente.

Cuando han bajado del autobús no he podido dejar de pensar en que nuestros cerebros son como porcelana china. Hermosos y frágiles, muy frágiles. En apariencia somos un prodigio sorprendente, maquinas perfectas, llenas de talentos, humor, creatividad y afectos… pero la naturaleza o nuestro recorrido vital provocan desequilibrios, hendiduras en la armadura. Y todo se convierte en un cóctel denso donde psicólogos y psiquiatras intentan reorganizar los ingredientes, calmar, serenar, para intentar abordar el problema y cambiar el rumbo en lo posible.

Ojalá Pablo y la Sra. desconocida que debe abandonar el tabaco cuanto antes mejor, consigan encontrar la salida, ojalá tengan compañía y calor en el proceso y ojalá haya luz al final de sus túneles.



Para Isabel, experta reorganizadora de muchas cabecitas y para su futura nieta.


5 comentarios:

  1. Las personas con quien nos cruzamos el camino, nos presentan un fragmento de la red de sus historias. Menos mal que hay personas como tu, Amparo, que muy suavemente piede atencion y nos ayudan a ver el especial en el general.Gracias!

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  2. Gracias Jartrud. La naturaleza humana está por todas partes, en los gestos, las voces...y a mí desde siempre me ha gustado mucho observar. Besos grandes.

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  3. Preciosa narración. Yo, que estoy con cerebros de porcelana todos los días, agradezco el tiempo que me dejan compartir con ellos su especial modo de ver el mundo.

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  4. Gracias Mar. Tu conoces de primera mano lo delicado de esas cabecitas!!!
    Un abrazo fuerte.

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  5. Me había perdido esta entrada. Muy interesante, como siempre. ¡Qué bien escribes!

    Un abrazo

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