jueves, 21 de enero de 2016

DRAGONES


Hoy podría contar que me siento vieja, que sigo observando atónita el pozo sin fondo de porquería donde andamos metidos, que no me gustan los políticos ni su lenguaje sectario. Que no soporto a Celia Villalobos que tiene el cuajo de criticar a un compañero, cuando toda España la vio jugando con esa tablet pagada por los benditos contribuyentes. Bueno por todos menos por la infanta, que para ella bien valen unas cuantas facturas falsas. Yo necesito un fiscal como el suyo para que me diga lo estupenda que estoy al despertar antes de pintarme como una puerta, eso es un coach carismático y lo demás son pamplinas.

Podría daros la lata contándoos como me chirrían los gestos grandilocuentes y las amistades peligrosas, debe ser porque estoy mayor… quien sabe si demasiado y no me va lo de jugar a arreglar el mundo pensando en el trending topic. Pero soy curiosa y no renuncio a ver dónde concluye esta subasta de patio de colegio, quizá entre todos consigamos edificar algo sólido sobre este incierto castillo de naipes, pero desconfío, disculpadme los viejos somos así.

Podría hablaros de Consuelo Ciscar la ínclita esposa de Rafael Blasco, un auténtico depredador político capaz de embolsarse millones en ayudas a la cooperación, creía que nadie podría superar su grado de ignominia, pero todo queda en casa porque su señora ha tenido a bien comprar esculturas sin realizar por valor de 2 millones de euros a un escultor que lleva muerto la friolera de 10 años, así con dos cojones, los Soprano a su lado unos aprendices de cuarta regional.

Pero no, no voy a hablar de nada de eso, todos llevamos a cuestas nuestra ración de mierda y no quiero ser yo quien haga rebasar vuestro límite diario recomendado que luego caéis malos y todo son reclamaciones.

Lo que verdaderamente necesito sacar fuera son solo dos palabras, unas pocas letras, en realidad una firma. Una firma de esas que hacíamos en nuestros últimos años de primaria, una firma rotunda como de notario diminuto con una rúbrica contundente y un nombre:

Diego González.

Ahora que estoy desmontando la casa de mi madre he encontrado algunos deberes de cuando era pequeña, mi firma con letra redonda de colegio de monjas era parecida, aunque yo la cruzaba con dos rayitas, porque ya sabéis que a los doce años se suele alcanzar el sumun de la cursilería.

La firma de Diego sería estupenda para coronar cualquier trabajo de ciencias, se le ve cuidadoso y aseado, con una caligrafía bastante bonita y pocas faltas para esos escasos 11 años. Debía ser buen lector, lamentablemente no soy Sherlock Holmes no se rastrear más allá, y tampoco quisiera, me perturba solo intuir su desesperación, su impotencia y ese terror final.

La única certeza es que Diego está muerto, que se tiró por el balcón hace 3 meses y que ya no volverá a ejecutar esa rubrica envolvente para coronar su nombre. En el colegio se cruzó con un monstruo detestable que lo derrotó en singular combate.

Llevo dos días sin arrancármela de la cabeza.

Porca miseria.



3 comentarios:

  1. Te leo justo después de releer un artículo sobre este caso y no puedo evitar la lágrima. Y hoy no podré evitar ser muy malhablado en este comentario, porque me lo pide el cuerpo, me lo pide el corazón que se desgarra al leer la carta de Diego. Me oigo a mí mismo gritándo ¡me cago en la madre que me parió!, porque en pleno siglo XXI sigamos teniendo Diegos que se tiran por una ventana porque nadie supo ver a tiempo su sufrimiento y echarle una mano. Mierda. Un niño sensible, capaz de escribir una carta así antes de suicidarse y nadie pudo ayudarle. ¿Por qué? Mierda. ¿Y andamos aún hablando de sillones en el Congreso o de otras tonterías políticas? ¡Váyanse al carajo, joder!

    ResponderEliminar
  2. Solo comentar que a mi lo que hace que no me encabrone más, es pensar en que si hay dragones, hay princesas. No me refiero a infantas, me refiero a princesas morales, éticas, luminosas, que compensan en este mundo el exceso de dragones. Yo conozco bastantes princesas: Tete, Amparo, Marisa, Beti... Yo intento pensar y apoyarme en este tipo de personas cuando me entero de algo tan chungo como lo de Diego. También hay algunos príncipes por ahí, que no es cuestión de género. Yo creo que 1 príncipe o princesa compensa (que no destruye) la existencia de 100 dragones como el que se cruzo con Diego. Si no fuera así hace tiempo que el mundo hubiera desaparecido.
    Lo se por experiencia, yo me case con una princesa, y la vi desarmar a un montón de dragones, pero nunca los mató, los intentaba reconvertir en príncipes.
    SIEMPRE NOS QUEDARÁN L@S PRINCES@S PARA COMBATIR
    A L@S DRAGON@S, AUNQUE DESGRACIADAMENTE MIENTRAS HALLAN DRAGONES SIEMPRE HABRÁN BAJAS ENTRE LAS TROPAS PRINCIPESCAS COMO DIEGO.

    ResponderEliminar