viernes, 5 de septiembre de 2014

EDICIÓN EXCLUSIVA

El verano da para mucho. Desde peregrinar a la torre Eiffel a preparar bocatas preadolescentes. Para escuchar con cara de sorpresa historias mil veces repetidas (porque a los ochenta y ocho la vida ofrece poca novedad), patear el monte y respirar, o disparar el colesterol con tanto adorable croissant recién hecho. Alucinar con los que se envuelven en banderas pero distraen pastizales con una infraestructura que dejaría al Padrino a la altura de Chanquete. Alucinar más, con los que conociendo el estercolero que nos invade callan y siguen participando. Da para sentir que el trabajo se tambalea, para empezar a creerme un poco vieja, para recoger bicicletas y patines antes de abrirme la cabeza, para enamorarme locamente de un bombero desconocido, que ha sido sancionado por no querer participar en el desahucio de una anciana. Para ver que los hijos de Brad y Angelina molan y dibujan el velo de novia de su madre como si fueran las paredes de la habitación de mi hijo, porque parecen críos y no “peques”, porque no llevan lazos de lunares, ni melenas lisas con mechas. Hasta para preguntar en la farmacia que es lo último en el tratamiento de las espinillas mientras intento que mi gata se recupere. Llamadme previsora.

El verano da para echar de menos a los amigos, para dedicarles a los que no están tu mejor sonrisa cuando pasas un buen rato. Para leer bastante y dormir mucho. Esas siestas de las que despiertas con babilla en la comisura de los labios. Para hacer mi particular prueba del algodón: conseguir meterme dentro de mí vestido de novia 20 años después y jugar con mis sobrinas a las bodas.
Pero si hay una imagen que me emocionó y que en mi cabeza ya siempre relacionaré con agosto del 2014, es la foto de un pie os la dejo abajo (espero que no moleste a su propietario). Un pie joven, delgado, donde aparece un apellido y una fecha: Casalduero 92.

Es la obra única de una artista. Así firmaba siempre sus trabajos, el apellido y el año. Su hijo ha tatuado esa firma y su fecha de nacimiento.

Una hermosura ¿verdad? Porque sus genes siguen, gracias a Dios.