viernes, 11 de abril de 2014

LA ELEGANCIA DEL ERIZO

Hace muchos muchos años ví a Jaqueline Kennedy en el museo del Prado. De hecho ambas observábamos atentísimamente a “Las Meninas”. Ya casi era hora de cerrar y la sala estaba medio desierta, nadie reparaba en la señora que se alejaba y se acercaba al cuadro. Yo me fijé en su delgadez y en la simplicidad que desprendía. Llevaba una camiseta y unos pantalones negros, unas manoletinas del mismo color y un reloj de apariencia sencilla en la muñeca. No había bolsos, ni gafas, ni chaquetas o joyas. Me pareció alguien desnudo de ornamento. Nunca he estado más cerca de un personaje histórico, me refiero en carne mortal.
Posiblemente Doña Jaqueline se alojaba en el Ritz o el Palace y tenía el guardaespaldas en la puerta, pero en ese instante acabamos solas y juntas admirando el cuadro de Velázquez. Era una mujer mayor, en ese momento pasaba de los sesenta fijo, no acarreaba rastros de cirugías engañosas, tenía arrugas y bolsas como toda hija de vecina y los codos descolgados y pelín flácidos. Sin embargo yo contuve la respiración absorbiendo su presencia.
Nunca he vuelto a estar tan cerca de un glamour de película, pero del de verdad, me pareció la esencia de otra época.
Llevo tiempo queriendo hablar sobre la elegancia, no exactamente de la de Jaqueline o quizá sí. Quiero hablar de la naturalidad, de la entereza con la que hay que intentar afrontar la vida cuando vienen mal dadas, del sentido del humor, de tomarse a uno mismo con ligereza sin darse demasiada importancia, de tratar por igual sin altanerías encubiertas ni matices benevolentes, de la lucidez para agarrarte a la cordura aunque debajo de tus pies se hunda el suelo, de no dramatizar en exceso el día a día que bastante tenemos con lo que tenemos, de procurar estar pendiente sin asfixiar, de buscar lo bueno aunque sea poco y esté debajo de la torre de ropa por planchar.
Con todo lo anterior y mucho más llenaría una marmita gigante e iría dejando caer dentro en plan Obelix a un montón de gente. Yo me serviría dos tazas que voy necesitada, pero daría ración triple sobre todo a los que cuando te ven sonríen con dientes de manera automática, como apretando el resorte de una muñeca antigua.

2 comentarios:

  1. Que yo recuerde a la única famosa que vi sin esperarlo fue a Sara Montiel en Barajas hace más de veinte años. Pasaba como un huracán camino de la sala VIP. Nos dió un susto de muerte a los que estábamos por allí cerca porque en TV la veíamos con una piel tersa y espectacular y en realidad...me gustaría saber cómo lo conseguían los maquilladores.

    Ya sé, ya sé que tú nos hablas de una elegancia especial para enfrentar la vida y mi recuerdo no tiene nada que ver, pero es lo que me ha venido a la cabeza.

    Elegancia, naturalidad y valentía es lo que tú tienes para encarar los momentos duros.
    Solo hace falta leerte. ¿Por qué crees que te sigo desde el primer día que te descubrí?("Pimientos verdes fritos" y luego, despacito, hacia atrás)
    No digo que no pases miedo, no digo que no lo pases mal. ¿Quién ha dicho que ser valiente y morirse de miedo son incompatibles?

    Un abrazo muy fuerte desde el lugar en que florecen miles de cerezos.

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  2. Siempre tan amable!! Realmente está historia la inspiran personas que se creen estupendas, elegantes y sofisticadas, gente que marca distancias o que necesita recordarte todo el tiempo lo maravilloso de sus orígenes... Yo soy más de nada por aquí nada por allá como los magos. No me tomo nada en serio. Abrazos y gracias

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