jueves, 13 de septiembre de 2012

FINIS TERRAE

A los nueve años realicé mi primera declaración de matrimonio. Si tomé la iniciativa a una edad tan precoz fue porque tengo muy claras algunas preferencias y siempre he sido una mujer decidida.

Cada tarde al salir del cole pasaba por el negocio de mi padre, le plantaba un par de sonoros besos con abrazo, merendaba, hacia los deberes y como fin de fiesta, él me acompañaba en una visita fugaz a los helados italianos. Esa heladería que estaba a tiro de piedra de su despacho, era y es, el sancta sanctorum del placer. De los cincuenta tipos de helados que fabricaban, el de nata, era con diferencia mi favorito. Aunque en honor a la verdad jamás he probado otro. Era tanta mi devoción por la nata y tan fuerte el recuerdo de aquellas tardes redondas, que nunca he modificado el menú. Ya veis, en lo gastronómico, soy de ideas fijas.
Como mis visitas eran tan frecuentes, el dueño siempre terminaba charlando unos minutos con su clienta más fiel. Así un buen día le pregunté sin recato ni pudor, si tenía algún hijo de mi edad. Y cuando me lo podía presentar. Sorprendido me dijo que para que quería conocer a su hijo. Yo con total naturalidad contesté “pues para casarme con él”. Desde aquello las terrinas de nata se incorporaron al cajón de sastre de mis referentes, unidas a las violetas de la casa de los caramelos, al asadillo de mi suegra, al agua de Rochas de mi primera entrevista de trabajo… Porque convendréis conmigo que los olores y sabores tiene algo tremendamente evocador. Te trasladan como en una máquina del tiempo y eres capaz de verte con el babero del colegio, con un primer novio, o en la cocina de la abuela.
Con el tiempo, algunas de esas evocaciones van quedando en el camino, como el asadillo que mi suegra olvidó en las primeras fases de su Alzheimer devastador. Otras como el helado o las violetas aun permanecen anclados a mi vida 40 años después. Y me son muy necesarios, resultan tranquilizadores, firmes, inamovibles.

Ayer cuando oí al ministro de economía amenazar con la insostenibilidad de todas las prestaciones sociales. Me eché a temblar, apreté a correr y me hice con vasito de helado de nata tamaño XL.

Navegamos sin rumbo conocido y no tenemos ancla.

4 comentarios:

  1. El olor de hierba mojada me recuerda a mis vacaciones juveniles en el pueblo, el olor de wc limpio me recuerda al wc de mi tía, el sitio más limpio y ventilado de la tierra. Y el olor que me evoca la situación social actual es el olor de mierda de un callejón lleno de cacas de perro que hay en mi barrio. Y no te digo lo que me evocan De Guindos y toda esa troupé de políticos inútiles. Un abrazo Amparo, me alegro que estés de vuelta

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  2. Olores que me evocan algo... Déjame pensar:
    El lápiz recién afilado cuando dibujaba de pequeña,
    El olor a higueras ciando volvíamos de la playa en verano y pasábamos por una zona llena de ellas,
    La plastilina debajo de las uñas que no se iba y acababa formando parte del bocadillo.
    El olor a algarroba y almendra del campo de Busot de mis abuelos,
    La piel de mi sobrina el día que nació
    El pan recién hecho de la panadería de mi barrio que me acompañaba de madrugada en mi época de universidad cuando me asomaba a la ventana para despejarme,
    El olor a tierra cuando hicieron los cimientos de mi nueva casa.
    El olor a humo cuando se incendió la secadora
    Mi ramo de novia y la cera de las velas del restaurante.
    La colonia de "número 1"
    París en invierno...
    El olor de las jaulas del refugio de animales
    Eñ jabón olor caramelo de Mercadona que chupé para ver si sabía igual que olía

    Y ahora... Con esta mierda de situación económica...
    Las lágrimas de una de mis alumnas pidiéndome un libro que sus padres no podían comprar.
    El olor del dinero que necesitamos para China, sobre todo el que me han quitado del sueldo.
    El olor del coche de mi marido antes de que se lo lleven al desguace por el accidente que le causó una idiota.
    El olor a mierda en general que desprende mi país
    El olor a lujuria que desprenden algunos afortunados que evaden sus impuestos...

    Chica... Y eso que tengo mal olfato...

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  3. Pues a mí, el olfato no me evoca especiales momentos pero sí lo tengo bastante sensible para el olor a tabaco y a lejía. Puag!
    Un abrazo, Amparo.

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  4. Coincido en tres olores detestables la lejia, el tabaco y la mierda/podredumbre que nos rodea. Pero para ser positiva me quedo con el de la tierra de mi huerto despues de una tormenta,renovador completamente.
    Abrazos y besos a los tres.

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