jueves, 1 de diciembre de 2011

SOFÁS


Soy voyeur. Tranquilos no os precipitéis, soy voyeur de casas. Aunque en confianza, si me plantan en medio de un revolcón de Clive Owen o Brad Pitt con sus benditas señoras, creo que me quedaría clavada sin pestañear. Ya se sabe, el saber no ocupa lugar.
Descubrí que me fascinan los interiores ajenos con apenas 11 años en Paris montada en un bateaux-mouche. Mientras mi madre me reprendía para que centrara toda mi atención en la catedral de Notre Dame, yo observaba fascinada los techos inmensos de las casas que bordean el Sena. Hubiera dado cualquier cosa por asomarme a aquellas ventanas y colarme en aquellas vidas.
Durante años compré objetos curiosos por cualquier parte del mundo donde fui a parar, coleccioné revistas de decoración y aun me chifla recoger muebles de los contenedores para darles una segunda oportunidad vital. Soy fan de la pintura holandesa que siempre retrata habitaciones ( porque claro con el frio que debía hacer, no era plan de salir a pintar al campo) y cuando me da el insomnio, con total naturalidad me pongo a buscar apartamento en Nueva York o Rio de Janeiro.
Desde entonces casa que piso, casa que disecciono. Son como libros abiertos. Las que están en perfecto estado de revista, me hablan de gente concienzuda. Las que presentan un caos controlado, las mestizas, me gustan por naturales, porque sus habitantes improvisan, porque existen normas pero son capaces de saltárselas y eso me transmite frescura. Las clásicas me hablan de gente que se siente segura entre cosas duraderas que les aporten estabilidad, quieren transmitir un equilibrio hermético, sin fisuras, las minimalistas hablan de gente práctica y austera, aunque a menudo me recuerdan un poco a instituciones públicas.
Pero si hay un objeto que me habla a gritos de los propietarios es el sofá.
Desconfiad de las casas donde no haya un sofá cómodo y mullido. Preparado para dar cabezadas después de comer, o charlar con amigos tomando café. Donde ver una película con tus hijos comiendo pizza, o acurrucarte en un rincón sobre la cadera de tu marido para atreverte con una de terror. Me está quedando un poco anuncio de Ikea, pero os juro que es una verdad como la catedral de Burgos.
Mi sofá acaba de cumplir 16 años y su jubilación está más que merecida. El azul eléctrico de sus inicios es poco más que un recuerdo, hay manchas que hablan de muchas fiestas infantiles (porque las lagrimas no dejan rastro), cuantos culos habrá acogido en estos años…
Me veo durmiendo en él hecha un ovillo llena de incertidumbre, o repantigada con mi gata que se dejaba acariciar como una reina majestuosa, veo a mi hijo dormido después de una sesión maratoniana de dibujos animados, o esas tardes de lectura en las que hay que acabar por cubrirse con una mantita.
Me gustaría que como en aquella película “El rolls royce amarillo” mi sofá pasara de mano en mano y acogiera más siestas, más abrazos, más “¡¡en el sofá no se salta niño!!”.
Estáis a tiempo, no llamaré al servicio de recogida hasta dentro de 15 días, si alguien lo quiere en herencia, está disponible.

Yo como reina del reciclaje estaría encantada.




6 comentarios:

  1. Sinceramente, hay que plantearse que cada persona tiene un lugar concreto en el sofá, y que los "mofletes" de tu culo (con perdón), después de 16 años, habrán dejado un "hueco" difícil de amoldar nuevamente... pero gracias por el ofrecimiento ;-)

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  2. Tienes toda la razón Susana, pero deberías verlo aun se mantiene entero!! Y muy bueno lo de los mofletes de mi culo. Besos.

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  3. LO HE LEIDO POR CASUALIDAD ,cosa q no existe me ha encantado lo he entendido profundamente,menos mal que hay gente que habla y escribe un mismo idioma y lo hacen por los que no saben y caundo leen se regodean entre esas plabras y solo pueden que volverlo a leer....he vivido en Holanda y Amsterdam era la ciudad de las casas de cristal,podías mirar sin temor no había que adivinar....
    mari paz escrig

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  4. Qué razón tienes: el sofá es el espejo de sus propietarios. El mío es antediluviano pero hasta que no pase la crisis creo que tendrá que soportarnos algún tiempo más sobre sus maltrechas estructuras, tapadas discretamente con unas fundas que también están que se deshacen. No le hago foto para evitar el bochorno. Un abrazo, Amparo.

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  5. Me alegra poder decir que me ha gustado tanto el post como los comentarios. Y es que da para muchas opiniones. Desgraciadamente, los recuerdos de 16 años, tanto en los sofás como en las personas, pasan factura. El mío tiene 5 años y ya está para tirarlo, ¡vaya timo!

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