domingo, 14 de febrero de 2010

EL RETRATO

Maruja Moscardó era una antigua amiga de mi madre que siempre fue cariñosa y dulce conmigo, recuerdo que me gustaba ir a su casa, tenía un precioso piso detrás de la Alameda, grande y como dividido en dos zonas, una destinada a la vida familiar y la otra a la parte profesional, porque su marido era dentista y tenía la consulta en casa. A mi me volvía loca tocar al timbre y que ella vestida de enfermera me abriera la puerta, o si estaba ocupada, que alguna vez me pidiera que por favor lo hiciera yo. De hecho llegué a aprenderme la frase: “Buenas tardes señor, por favor pase a la salita de espera”. Me encantaba que me mandara al salón con un leve empujoncito, porque eso significaba internarme en la parte íntima y dejar atrás una sala atestada de gente con dolor de muelas.
El salón era una inmensa habitación, con cientos de cosas por descubrir, fotos de sus hijos, de viajes, porcelanas, libros… pero el máximo atractivo era un retrato suyo que lo presidía todo. Para mí se convertía en un auténtico imán. Quizás porque fue la primera vez que vi a alguien conocido dentro un lienzo de aquellas dimensiones. O tal vez fue el primer cuadro que descubrí fuera de un museo, no sé definir que me atraía especialmente, pero si recuerdo con toda nitidez sentarme en la mullida alfombra para contemplarlo durante horas.
Un retrato complaciente, donde Maruja que debía andar entonces por los cuarenta y tantos, posaba sentada de medio lado, vestida de negro con un collar de perlas y los brazos al aire. No os he contado todavía que era una mujer guapa, elegante y con una sonrisa, que encendía su cara, aunque en el retrato aparecía sería, como reina de aquella casa, enseñando a quien lo admirara, cuales eran sus dominios. Una mujer acomodada, burguesa, segura y satisfecha con su vida.
Alguna vez oía comentarios como “es ella”, o “está tan natural” cuando alguien entraba y la veía colgada por primera vez. Aunque a mi me chiflaba mirarla en la pared, me gustaba más la Maruja que me ponía papas con cocacola, porque era cercana y estuvo presente acompañándome cuando recibí algunas de las noticias más devastadoras de mi vida.
¿Qué debería mostrar un verdadero retrato?, ¿La cara A o la cara B?, ¿Nuestras certezas o nuestras inseguridades? ¿Los logros, los fracasos, los anhelos, las esperanzas o un poco de todo en plan cóctel? ¿Qué estamos dispuestos a enseñar de nosotros mismos?

Tal vez yo tenga uno pronto…

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