miércoles, 3 de enero de 2018

EN CUEROS

Anna Muzychuk y Cristina Pedroche comparten varias cosas, tienen casi la misma edad, son mujeres inteligentes, hermosas y ambas se han visto envueltas en todo tipo de comentarios por su vestimenta.

Anna campeona del mundo de ajedrez se ha negado a revalidar su título en Arabia Saudí. No le apetecía nada tener que esconderse debajo de esas túnicas, donde las mujeres árabes se camuflan en nombre de su religión y su machismo ancestral. Tampoco quería ser acompañada constantemente como si tuviera 5 años, no le apetecía dejar de ser ella, aunque eso la despojara del triunfo y del pastizal correspondiente. Anna valoró lo del “donde fueres haz lo que vieres” y no le salió a cuenta.

Cristina acabando la veintena es una mujer con desparpajo, salada que decía mi madre, y guapetona, lejos de la sutileza eslava de Anna, es más de bocadillo de calamares o pincho de tortilla, aunque su marido sea un chef con estrella Michelin. Aparenta ser risueña y divertida y me hace sonreír en las sobremesas de mantita con gato. A diferencia de Anna, acaba de embolsarse más de 200.000 euros, por desnudarse delante de millones de personas. No contó con mi presencia en las campanadas, así que agradecí perderme su speech feminista y libertario.

Cristina puede hacer lo que le venga en gana en beneficio de su cuenta corriente o de su ego, vestirse de lagarterana o de burbuja Freixenet, allá ella; pero irrita, y mucho, que una cadena de televisión repita hasta la saciedad, una estrategia tan deleznable.

Hace unos meses en su discurso de agradecimiento de los Globos de Oro Meryl Sreep reconvino a Donald Trump por hacer burla de los discapacitados, le dijo que él era el presidente y que millones de personas veían su comportamiento a diario, alguien con un cargo como el suyo no pude vejar a nadie, porque otros pueden pensar: “si el mismo presidente se mofa de ellos yo también”

Comprenderéis que yo estoy más con Anna la ajedrecista, será que me tira Ucrania y dejo los desnudos para la intimidad más estricta.


Mientras los ojos de nuestros hijos se acostumbran con naturalidad a ver a la Pedroche en bolas, el cadáver de una cría de 18 años aparece por fin en el fondo de un pozo.

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