viernes, 25 de julio de 2014

ONCE

Mi hijo acaba de cumplir once años. Feliz en su escuela de verano pasa las mañanas jugando al baloncesto y nadando en la piscina. Pensando en jugar a la wii o ir a la playa, en comer helados y montar en bici. Lo que toca.

En Gaza, otro crío de su edad desesperado, llora a su familia muerta.

MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDA.

lunes, 21 de julio de 2014

CORAZÓN ROTO

A veces en la vida se nos parte el corazón.
Porque perdemos a alguien querido, por amor o al enfadarnos con un buen amigo.
Cuando se rompe resulta de lo más peligroso. Porque al estar débil no puede dar saltos de alegría en el pecho, ni vuelcos cuando te sorprenden con una fiesta.
Con las prisas no hay que olvidar recoger todos los trocitos, es recomendable pasar la aspiradora al menos dos veces y no saltarse los bajos del sofá.
Es necesario llevarlo con urgencia a un hospital especializado, porque algunos pueden estallar en mil pedazos o partirse en dos, ya se sabe cada corazón es un mundo…
En la clínica de remiendos cardiacos, te adjudican una habitación estupenda con vistas al mar. Enseguida te llevan al spa y te dan cosas ricas para comer. Al día siguiente comienzas con las clases de yoga y los restauradores empiezan a reparar los trocitos que trajiste en la maleta. Si no tienen suficientes adaptan alguna de tus tripas, ya sabes eso de “hacer de tripas corazón”, los médicos comentan que son mano de santo.
Cuando menos te lo esperas, ya has hecho nuevos amigos. Cada noche hay verbena de corazones solitarios porque siempre ayuda mucho en la recuperación.
Si quieres curarte del todo, no debes codearte con corazones locos, hambrientos o salvajes, aunque es una verdadera pena, porque en realidad son los más divertidos…
Cuando los restauradores acaban su trabajo, te encontrarás en plena forma. Volverás a jugar al tenis, respirarás hondo sin llorar o bailarás la conga hasta las dos de la mañana.
Estarás sonrosado, incluso más delgado. Es recomendable perder algo de peso, porque se han dado casos de corazones tan grandes, que luego no caben en el pecho…
Será el momento de volver a la vida normal. Tendrás el corazón contento. Pero no olvides la dirección de la clínica, la vida es larga y puedes volver a necesitar de sus servicios.



Ya sabéis que ando metida en un curso de escritura creativa, hoy tocaba cuento corto.


miércoles, 16 de julio de 2014

ARREGLAOS COMO PODAIS Y A MI DEJADME EN PAZ

Mi tía Pilar siempre fue una mujer bajita, regordeta y sensata. Lamentablemente la perdí pronto, pero sus directrices en la vida me hicieron la mujer “aparentemente normal” que soy hoy día.
La frase que da título al post era un mantra en sus labios, si discutía con alguno de mis primos, o con una amiguita en el pueblo, siempre como un oráculo repetía: “arreglaos como podáis entre vosotros y a mí dejadme en paz”, sin pronunciar una palabra más, continuaba preparando la comida o limpiando los azulejos del baño. En esos momentos sentía como la impotencia se adueñaba palmo a palmo de mi cuerpo, porque me creía en poder de la razón absoluta y quería que mi tía diera la cara por mí y llamara al orden al cafre de mi primo o a la manipuladora de Laurita. Al sentirme desamparada no me quedaba más que irme a la plaza, colgar las piernas desde lo alto de la muralla y ponerme a comer pipas. Casi siempre antes de dos horas vencidas por el aburrimiento, Laurita y yo estábamos a partir un piñón y pedíamos la cena en bocadillo para apurar el día.
Lamentablemente ahora no se lleva el recurso didáctico de la tía Pilar. Abundan los padres que interfieren en la vida de sus hijos, de los compañeros de sus hijos, de los padres de los amigos de sus hijos y de los profesores. Padres que reconvienen la paja en el ojo de niños ajenos, sin ver ni corregir, la viga en el propio. Padres que se permiten recomendar a los maestros con quien deben sentar a su hijo en clase o en qué fecha es mejor que se ponga un examen final de matemáticas. No quiero pensar que cometan tal atrevimiento ante un cirujano que les tenga que operar de apendicitis, aunque hay gente verdaderamente capaz de grandes desatinos. Reconocer los problemas y abordarlos, siempre es mejor que arrinconarlos debajo de la alfombra o atribuirlos a terceros, “las profesoras tienen manía a mi hijo”, “el nivel y la gente de ese colegio no me gustan” o “ese Menganito es un mal educado, se va a enterar, vida mía”.
A mí me ha ido bien con el “apáñate como puedas”, batallé sola con los “gitana asquerosa” de mi elitista colegio privado, porque la vida está llena de gente de todo tipo y hay que saber relacionarse y reaccionar. No me gustan las urnas de cristal, son asfixiantes, además siempre terminan por romperse y ¿qué pasa entonces con la flor que está debajo?, pues que una simple corriente de aire, acaba con ella.
Batirme el cobre sin guardaespaldas me ha llevado a respetar a profesores y jefes, a tener muchos y buenos amigos y me creo capaz, aunque me entristezca a veces, de dar un espacio cada vez más amplio a mi hijo. Comprendo esa necesidad de proteger pero la encuentro profundamente peligrosa sin una causa real que la justifique, porque hay límites que no pueden, ni deben, sobrepasarse. ¿Qué harán esos padres cuando la adolescencia arrincone a sus niños, hablarán con el catedrático de historia económica para que cambie la fecha de un parcial? ¿O cuál será su reacción cuando la primera novia rompa el corazón a su churumbel? ¿Hasta dónde llegará mamá, se parará en criticar a tal amiguito o acompañará a la niña de sus ojos hasta las mismas puertas de la universidad?

Estoy convencida que actuamos como padres igual que como personas, los hay anárquicos, controladores, optimistas, concienzudos o tóxicos (de estos últimos conozco varios)
En la vida solo vale nuestro ejemplo y las armas que podamos transmitir, amor, sinceridad, valores, espacio y si no sabemos hacerlo -confieso que es muy complicado-, los estamos maniatando.

Educar es una tarea hercúlea - ni de lejos imaginaba que tanto- y luchar por hacerlo con un mínimo de coherencia, más todavía. Creo sinceramente que los padres deberíamos resetearnos como los ordenadores y cada cierto tiempo, después de la copia de seguridad de rigor, volver a arrancar.

Si no tenemos lucidez, estamos perdidos.