viernes, 7 de febrero de 2014

ORIGENES

-“¿Mamá a mí me abandonaron al poco de nacer verdad?”

- “Si, tu madre biológica te dejó en el hospital para que pudieran entregarte en adopción”.

(Silencio largo)

-“Pues no me parece nada bien”.

- “Gracias a que ella hizo eso, nosotros estamos juntos y hemos podido ser una familia. Quizá ella sabía que no iba a poder cuidarte bien y quiso que otros lo hicieran en su lugar.”

(Silencio)

-“Pero debía haber pasado un rato conmigo por lo menos una hora”.

-“Dar a un hijo en adopción es algo muy muy difícil, quizá si hubiera estado un rato contigo después no hubiera podido renunciar a tí”.

- “¿Porque yo molo verdad mamá?”

-“¡¡¡Claro que molas!!!!, Eres listo, guapetón, simpatico, tienes buena memoria y aunque eres un trasto, con los Lego no tienes rival”.

-“Es verdad soy muy bueno con los Lego”.

(Silencio)

-“ Pero yo soy guay… no debieron abandonarme”.

-“No tiene nada que ver contigo, con tu persona. Ella buscaba que fueses querido y estuvieses bien cuidado, seguro seguro”.

-“ A mí no me cae muy bien, ¿sabes?.

-“Bueno no te preocupes demasiado, piensa en que tienes a papá y mamá, a los primos y los tíos, a la abuela, tu gata, los amigos, el cole, el pueblo…”

- “Si, adiós mamá”.

(En ese momento echa a correr hacia la puerta del colegio, flaco, con el pelo revuelto brillando al sol, en un dia de primavera adelantada, empieza a charlar con los compañeros, olvidando ese poso que se macera en su interior).

Yo doy la vuelta a la esquina y me pongo a llorar.
Nunca le he querido más que en ese instante.





lunes, 3 de febrero de 2014

MALETAS

Hay días que una no está para nada. Sobre todo si una dichosa gripe A se ha enrocado en mí cual Mariano Rajoy y se niega a desaparecer. Estoy lo que se dice hecha un asco desde hace tres semanas. Tos de perro, bolsas y no de la compra precisamente, tres dedos de raya en el tinte, dos kilos de más de tanta miel con leche caliente y galletas…
Ruinosa. Yo creo que tengo peor cara que la infanta, estoy por cambiarle el puesto e irme a Palma a declarar. Un par de “no me consta”, dos o tres “de todo esto se ocupaba mi marido”, un lacrimógeno “tengan en cuenta que mi cociente intelectual es reducido” y arreglao. Además así le quito el sofoco a la muchacha, cambio de aires y me vuelvo con unas cuantas ensaimadas. Estoy muy necesitada de un viajecito, a veces cuando voy al despacho y paso por la estación me dan ganas de subirme al primer tren y aparecer en Vladivostok.
La vida diaria es lo que tiene, desgasta una barbaridad. Y yo de tanto limón para la garganta estoy cítrica pérdida. No te digo nada del otro jueves, no pido que me inviten a la boda del hijo de Carolina, ni un palco en la final de la superbowl. Yo con tres días en un hotelito me apaño. Me da igual que tenga encanto o no, que sea rural o cosmopolita, pero a ser posible con una bañera grande llena de aceites y jaboncitos. Y yo allí a remojo como una reina o paseando por los alrededores o dando cuenta del desayuno bufete hasta la última miga.
Mis recuerdos más felices están siempre unidos a maletas. Hasta para ser madre viajé miles de kilómetros. Esas vísperas preparando ropa, devorando la guía de la ciudad de turno, repasando una y otra vez documentos, billetes, dinero. Que delicia. De hecho, durante años escribí papelitos con los recuerdos más fantásticos y los guardé en un gran sobre. Me ayudan un montón, son como un mosaico de buen rollo contra esos días de pie izquierdo. Una tarde en Lisboa, una cena en Estambul, leerlos me transporta y me cambia el decorado.

¿Soy la única que tiene ganas de desaparecer? ¿Qué no aguanta más este paisaje desolador?
En cuanto llegue a casa me pongo a buscar el sobre desesperadamente, eso o me largo con la marmota Phil y le pido un hueco en su madriguera.