martes, 14 de mayo de 2013

TRENCADÍS

A mí la arquitectura me conmueve. Soy fan entregada de Frank Lloyd Wright, Le Corbusier, Mies Van der Rohe o de los más cercanos Gaudí, Puig i Cadafalch o Rafael Guastavino. Estos últimos usaron reiteradamente el trencadís, una especie de mosaico de cerámica que aplicaban en tejados, bancos, remates o bóvedas. De hecho Guastavino se lo llevó a América y buena parte de las bóvedas que edificó en Nueva York y Pittsburgh, tienen esa decoración. Por cierto, si no conocéis a este arquitecto valenciano formado en Barcelona, darle una búsqueda en google, merece la pena, tuvo una vida de película.
El trencadís que Gaudí inventa a partir del mosaico romano, lo realizaba con trozos inservibles de cerámica de segunda clase. Los troceaba y combinaba a su libre albedrio, mezclando colores, dibujos o formas. Siempre me ha parecido un acabado ocurrente, como un puzle de piezas infinitas, sin orden establecido.
Mi vida y la de todos, es como un trencadís gigante de andar por casa, con novedades que se añaden a diario.
Una sobrina doctora magna cum laude por la U. Humboldt de Berlín, a la que aún recuerdo llevar a ver pelis de Disney.
O mi hijo que empieza a tener vello rubio encima del labio, un casi imperceptible bigote que me avisa de que su adolescencia está casi tocando a la puerta. Y me acuerdo de aquella canción de ABBA, que cuenta como los niños crecen rápido y se escapan igual que agua entre los dedos.
Mi madre ya bordea los ochenta y siete y aunque no le ocurre nada destacado, es como si su entendimiento se nublara a pasos agigantados. Antes charlábamos de política o literatura, ahora nos centramos en los difuntos recientes y en el papa Francisco. “Que sencillez, que cercanía, nena es tan campechano” y yo que es oír esa palabra e imaginarme un cadáver de elefante sin colmillos, asiento resignada, esperando que el nuevo papa comulgue más bien con el espíritu de San Francisco de Asís .
Estoy pre-parada como el hijo del mata elefantes (eso de abatir animales por diversión debe generar un karma horripilante), así que ando analizando los límites de mi zona de confort, para ver hacia dónde dirigir mis pasos. Ya sabéis esa novela a medio terminar, ese no soy lo suficientemente buena para escribir, esos cuentos infantiles que no consigo editar ¿a qué demonios voy a dedicarme con casi 50 años en una sociedad que se va al traste?

Me da a mí, que no soy la única que se hace está pregunta.

Podría seguir colocando piezas en el trencadís, hasta conseguir esa apariencia de mosaico aleatorio, pero para llevar más de un mes sin escribir, creo que ya está bien por hoy.
Ando algo desengrasada, pero tranquilos, en nada cojo carrerilla.