viernes, 13 de enero de 2012

ALGODÓN DE ÁZUCAR


Hay días en que una siente deseos de tomar la Bastilla, desempolvar la guillotina y ponerse a cortar cabezas.
Perdonad la violencia sanguinaria, pero vivo en un país arruinado con aeropuertos que han costado miles de millones desde los que jamás despegará un avión, con yernos de monarcas - eso sí muy campechanos- que cobran pellizquitos de 4 millones de euros de dinero público por informes de 13 folios bajados de internet. O depuradoras de aguas residuales que justifican facturas de hoteles de 5 estrellas, viajes por todo el mundo y servicios de preciosas señoritas de compañía de Europa del este. (Juro que no vuelvo a oír un telediario porque la úlcera me acecha).
Mientras tanto el profesor de alternativa de mi hijo, en un alarde de pedagogía digno de mención, ha tenido a bien comentar en clase que Papa Noel y los reyes Magos no existen, que son las familias quienes compran los regalos y los dejan debajo del árbol.
Y para rematar, un policía quiso multarme ayer con 60 € por cruzar caminando un pequeño callejón sin esperar a que el semáforo estuviera verde.
Vamos lo que se dice un día redondo.
Vosotros diréis que estoy atacada y que el 2012 me está sentando de pena y lleváis toditita la razón, porque mi vida de funambulista profesional se vuelve más cuesta arriba cuando atravieso mis revisiones habituales. Pisar el hospital, meterme dentro de esas máquinas, aguantar la respiración, sentir el gotero de contraste, es lo que se dice un no parar de diversión.
Lo de la revolución francesa no pasa de juego de niños, así que hasta final de mes soy una olla exprés al galope.
Pero tanta energía cósmica no puede desperdiciarse así como así y ayer gocé de la compañía de una mujer Gelocatil. Porque la vida te da regalitos, como bombones, pequeños empujones de: “Venga Amparo una de cal y otra de arena” y vas y te nutres de la imaginación y de la creatividad de gente como esa y vuelves a casa flotando, con la cabeza inventando cuentos infantiles o poesías o acertijos disparatados… y piensas que maravilla mecagoendiez.

Así que aquí me tenéis renunciando al lado oscuro. Desempolvando mis armas anti TAC, arrinconando la guillotina y rebuscando mi último recuerdo mágico.
“Mi hijo la otra mañana lanzando dardos a unos globos, nunca he conseguido ganar nada en la feria y siento debilidad por esos gigantescos peluches sin dueño. Debía explotar tres para conseguir uno. Y lo hizo. Volví a casa envuelta en un maravilloso ciempiés verde pistacho”.

Ahora ya pueden meterme dentro. Tengo los marcadores tumorales en perfecto estado de revista.

Para Román mi paladín. Por su paciencia sin límites, aunque no tenga puntería.