viernes, 10 de septiembre de 2010

MESA PARA DOS

Mi vida está llena de colas. De hecho aquí en el blog ya hay un post antiguo (Grandes Superficies) que trata precisamente de esos momentos aparentemente perdidos, en los que inevitablemente me dedico a la observación. Esos turnos interminables en supermercados, ministerios o tiendas, a menudo me nutren de historias que contar y ese voyeurismo como poco, me hace muchísimo más entretenida la espera.
Esta mañana en la cola del banco he encontrado una historia especial, más que nada porque no podía ver al protagonista, se trataba del señor que estaba justo detrás de mí. Lo primero que me ha enganchado ha sido su voz, grave, bien modulada, de hombre anciano pero aun fuerte. Hablaba en euskera por el móvil y el euskera es un idioma que siempre consigue sorprenderme, por lo rarísimo que suena, no le encuentro similitudes con nada y esa total sensación de extrañeza me resulta atrayente.
Cuando ha terminado esa primera conversación, ha vuelto a marcar y entonces esa voz contundente ya en español, ha sonado así:

- Toñi soy yo,

- (silencio)

- Hoy viene mi nieta a comer, saca el mantel bueno, el de hilo blanco y los cubiertos de plata.

- (silencio)

- Y compra unas flores, de esas pequeñas de colores y las pones en el centro.

- ¿Has visto que he hecho bonito con tomate? Pruébalo y me dices que te parece, yo creo que me ha quedado rico pero hace tantos meses que no cocino…

- (silencio)

- Y abre el comedor grande, corre bien las cortinas, ponlo todo como le gustaba a Adela (aquí la voz se quiebra, es algo apenas perceptible).

- Como si ella estuviera Toñi y si te da tiempo compra algún dulce, estas niñas de ahora están tan flacas…

A estas alturas yo me moría de ganas de ver su cara, ya me estaba imaginando a Toñi, a la nieta que venía de visita, la casa solitaria, si me apuráis hasta me relamía pensando en el bonito con tomate.
Nunca había imaginado un cuento de oídas, siempre los ojos habían apoyado firmemente a mi imaginación, pero esa voz ha sido mejor que cualquier imagen, se ilusionaba, se entrecortaba, se entristecía, se emocionaba…
Al terminar mi gestión y por fin darme la vuelta, me he encontrado frente a un hombre elegante de unos 70 años, con ojos tristes de un azul muy intenso. Al pasar a su lado no he podido menos que susurrar:

“Buen provecho”.

jueves, 2 de septiembre de 2010

FELIZ, FELIZ NO CUMPLEAÑOS

En Canal Plus hay un programa que presenta Juan José Millás, se llama “El primer día del resto de tu vida”. En aproximadamente media hora cada invitado explica como en un determinado momento, su vida cambió de manera radical. Abundan las enfermedades, accidentes… Pero toditos todos los entrevistados, coinciden en que ya nada es como antes y continúan viviendo sin un plan fijo, día a día, con mejores intenciones, apreciando detalles diminutos…
Hoy hace 365 días que comencé a vivir el resto de mi vida. Así que casi se trata de una especie de cumpleaños. En mi caso fue una enfermedad, pero lo que marcó realmente mí antes y mí después, fue una frase de mi hijo la tarde que regresé del hospital. Cuando casi no se atrevía a acercarse a mí, asustado por tantos días de ausencia.
-¿Mami y si tú te mueres?
- Pero hijo que cosas dices, yo no me voy a morir!!!! además tienes a papá.
- ¿Pero y si viene un ladrón y os mata a ti y a papá? (truculencia a lo Tarantino con apenas seis años)
- Cariño nadie va a venir y nos va a matar, yo he estado malita pero vas a ver que me voy a recuperar pronto, vamos a seguir juntos siempre. Además hay un montón de gente que te quiere.
- Vale, vale, pero yo necesito que tú me hagas una lista con todos los teléfonos de esa gente que a mí me va a querer siempre. Me pones los nombres y sus móviles y sus fijos. Cuando la tengas la dejas debajo de mi almohada.
Después de aquello, muy serio, salió de mi dormitorio y se puso a jugar con sus legos. Yo aguanté como pude y cuando se durmió esa noche, ya con su lista debidamente colocada bajo la almohada, apretada por su puñito cerrado, me encerré en el baño y lloré durante dos horas y veintisiete minutos. Lloré con toda la impotencia, rabia, miedo y esperanza que seáis capaces de imaginar, sin consuelo, a lo bestia, acabé con las reservas de klenex, y papel higiénico. Me miré en el espejo, respiré hondo y me di la vuelta. Caminé muy despacio hacía la cama y me dispuse a estrenar el resto de mi vida.

Hoy cumplo un año. Se aceptan felicitaciones.
Bajo el colchón de Max, sigue la lista con los nombres de las personas que  le van a querer siempre. De vez en cuando se cerciora de que todavía continua ahí.