domingo, 28 de febrero de 2010

LA SECTA DE LAS MARISAS

A veces la vida se vuelve fea y enseña su cara de bruja de cuento, tu vocabulario diario se llena de palabras como drenaje, sonda, tumoración borderline o biopsia extracorporea. Son épocas en que tu autonomía queda limitada, y desplazarte hasta el water para mear se convierte en un hecho heroico o donde tirarte pedos les parece a los médicos un hecho tremendamente destacado y no te cuento si consigues cagar…

En esos momentos en los que sobrevivir ocupa todos tus esfuerzos, ayudan tu familia y tus amigos, la energía y la fuerza que seas capaz de exprimir de tu cuerpo exhausto en plan limón. Todos sabéis que estoy saliendo de eso, pero no sabéis que yo he contado con algo más, como una ayuda extra más o menos, he sido afortunada dentro del desastre porque yo conozco y desde ya pertenezco, a la secta de las Marisas.

Marisa G. y Marisa C. son amigas mías desde hace 20 años, las dos son buenas, cercanas, creativas y tienen un sentido del humor capaz de iluminar la noche más oscura. He disfrutado con todo lo bueno que les ha traído la vida pero ignoraba que contaban con una secta y mucho menos que me querían lo bastante para introducirme en ella.

Su secta tiene miembros de todas las profesiones, desde pintores a profesoras de yoga, y si alguno de ellos te puede echar una mano, ten por seguro que lo hará, simplemente porque eres amigo de una u otra Marisa y porque necesitas ayuda. Así fue mi bautizo en la Secta, al otro lado del camino estaba Beti.

Una mujer alta y esbelta con ojos enormes y aire resuelto, que me enseñó a moverme por el hospital, de piso en piso, pasarela arriba y abajo y consiguió arrancarme sonrisas pese al terror que me comía por dentro, con naturalidad, como si me conociera de hace un millón de años, contándome como le iban sus fiestas de singles o sus clases de yoga, me inundó de confianza y yo me dejé caer en sus manos, mientras ella se batía el cobre con la burocracia.

Beti recorrió en mi nombre el departamento de Ginecología del Hospital, buscó la cita más urgente, pidió turno para el TAC, habló con enfermeras y médicos, vino a verme dos o tres veces cada día mientras duró mi ingreso para pasar el parte matutino a las Jefas supremas, diciendo a todo médico que hubiese en los alrededores que la chica de la 739 B era su amiga y sé que, si por desgracia el camino continúa, va a seguir a mi lado. Todo por que es una militante convencida de la Secta.

Quizá tan solo es amistad…

sábado, 27 de febrero de 2010

PURO Y SORPRENDENTE GLAMOUR

Hace unos años escribí un cuento en el que hablaba de un tipo de mujer no demasiado frecuente, “las bienolientes”, no se trata de belleza pura y dura, sino de un cóctel con ingredientes como la aparente serenidad, la elegancia o el dinero.

La otra tarde tropecé con una auténtica bienoliente, Max no fue al cole y decidimos ir paseando hasta el Corte Inglés en busca de un cuento sobre faraones que lo tiene completamente hechizado. A la altura de la calle Isabel La Católica caminábamos detrás de una señora alta y delgada de unos 60 años, llevaba un precioso moño y un chal que os aseguro le hubiera robado de un plumazo, arrastraba suavemente un carrito de la compra de auténtico diseño, hecho de aluminio y loneta negra coronado por un asa plegable rollito arco de Calatrava.

Al llegar a la altura de las antiguas oficinas de Iberdrola que ahora están abandonadas Max descubrió una colonia de pequeños gatos y nos paramos a mirar cuantos había, de que colores eran..., ¿Nos podemos llevar alguno a casa, Mami?...

La Señora X, se detuvo junto a nosotros y abrió su precioso bolso en busca de un llavero que oh! sorpresa contenía la llave del edificio y gentílmente nos invitó a pasar. Con una voz suave se presentó. Margarita Alonso que así se llamaba, comenzó sacando dos manteles floreados del carro de la compra, los extendió sobre un polvoriento ventanal, como si se preparara para una tarde de picnic en Central Park. En uno de ellos, depositó su precioso chal, doblándolo con unos gestos tan armónicos que me hicieron pensar en un pasado de bailarina clásica, mientras me contaba que cuidaba de 33 gatos callejeros. Sus manos se movieron ágilmente y llenaron de latas de comida felina Félix el segundo mantel, las que tenían abre-fácil eran puestas rápidamente al alcance de sus protegidos, para las que no, Margarita (mujer bienoliente y organizada donde las haya) llevaba un abrelatas eléctrico de rabioso diseño.

Yo miraba asombrada desde lejos como sus gráciles dedos sembrados de anillos de brillantes organizaban el festín para la tropa de gatos de los tejados que acudían desde todos los rincones, Max los contaba entre risas, los había grandes, pequeños, tuertos, cojos, pelirrojos, negros. Todos comieron hasta saciarse, alguno se acercó hasta ella y acarició con el lomo sus esbeltos tobillos.

Margarita fue una sorpresa de la vida, no daba el tipo de abuelita chiflada amante de los gatos, me contó que los burgueses vecinos de la finca de al lado le tiraron hace unos días un pozal lleno de agua, aceite y harina, porque como podéis imaginar en la calle Isabel La Católica los gatos de los tejados no tienen muy buena prensa.

Yo la imaginé manchada y empapada como un pollo pero sin perder un ápice de esa seguridad certera que da, hacer lo que uno cree que debe hacer.

Con la misma rapidez con la que preparó la merienda felina recogió todos sus restos y los metió en una bolsa de basura, dobló los manteles, recuperó su chal, perdió su halo de hada madrina para enfundarse de nuevo el papel de señora acomodada de mediana edad y se volatilizó.

Compramos el libro de los faraones y volví a casa con buen sabor de boca. Hace un año que Muriel murió y me encantó conocer a Margarita para acabar descubriendo que hasta en el exclusivo círculo de las bienolientes hay mujeres con sorpresa.

miércoles, 24 de febrero de 2010

DESMITIFICANDO A ANGELINA

Yo siempre he sido más de Jennifer Aniston, primera, porque me confieso devota seguidora de la serie Friends, segunda, porque es una tía guapa y salada a la vez, lo que no nos engañemos, es algo bastante complicado porque las actrices de cine suelen dar más en belleza arrebatadora y distante, casi ninguna tiene ese punto de normalidad que yo le encuentro a Jennifer y tercera, porque perder a un marido como Brad Pitt y sortear la situación con elegancia dice bastante de ella, yo en su lugar me hubiese arrojado desde el rascacielos más cercano sin pestañear.

Sin embargo he de confesaros que Angelina gana en las distancias cortas, no es la tía buena roba maridos que imaginamos todas, la otra noche soñé con ella (es lo que tiene la convalecencia, que las visitas te traen el HOLA a casa y por lo que se ve estoy puestísima) y no paseábamos juntas por la alfombra roja, más bien al contrario, era ella la que compartía mañana de mercadillo conmigo, el de Pelayo para más señas.

Y allí estábamos Angelina y yo en el puesto del rumano mirando los marcos de fotos, ella muy interesada también en las bragas de todo a 1 Euro (que para eso es tan solidaria y tan sencilla). Lo mejor de todo es que yo estaba super cómoda, en plan mañana de mercado con mamás de cole, no me extrañaba para nada ir acompañada de semejante mujer y ella tan versátil, porque no nos engañemos, igual se entrega en un campo de refugiados de Darfur que en una parada de suéters a 5 Euros. Me hablaba de sus niños y de Brad como si tal cosa, yo le decía que como se organizaba con los 6 (niños), Brad me figuro que se cuida solito. Y ella pues que fatal porque Madox y Pax que son mayores y muy movidos, la traen loca, las nenas son más dóciles y los pequeños la tienen con los riñones hechos un asco, (fíjate tú que yo no pensaba que las estrellas de Hollywood tuvieran lumbalgia, de lo que se entera una). Y yo confesándole mi preocupación por la mala racha que está atravesando Maksim y ella súper comprensiva.

Yo - “Pues yo solo con uno y estoy agotada”

Angelina- “Lo malo es cuando tenemos que ir todos juntos, porque se monta mucho lío”

Yo - Mira que zapatitos tan monos a 10 Euros

Angelina - Oye esos azules son preciosos, se los voy a comprar a Siloh

Yo - ¿Y con Brad que tal?

Angelina – Pues a días, porque con tanto niño ya no es lo del principio

Poco después me desperté y medio dormida aún me reí fuerte, con una sonora carcajada que fantástico es soñar y de paso desmitificar la vida sexual de Brad Pitt.

Yo sabéis chicos, Angelina gana en el tet a tet y es tan pero tan sencilla…


GRANDES SUPERFICIES

Hay premisas que son inexorables. Si en un supermercado hay siete cajas registradoras, la cola que yo elijo al azar, siempre irremediablemente acaba convertida en la más lenta. O se estropea el lector de códigos de barras o la cajera es novata o la señora de delante decide comprar la verdulería entera sin pesarla previamente. Así que harta de revelarme contra mi destino, decidí hacer del vicio virtud, desde entonces dedico los incontables minutos de colas que siembran mi vida a estudiar la naturaleza humana. Me parece una estupenda decisión, es creativa, barata, me ayuda a mantener  mis neuronas en forma y sobre todo es muy entretenido.
En el supermercado disecciono los carros de la compra, reconozco de inmediato a las parejas que están estrenando relación y cuidan la dieta, se dejan una pasta en alimentos dietéticos, vinos caros y jamoncito del bueno para darse un homenaje, en sus carros siempre abundan las sales de baño, cremas faciales de más de 30 € (esas que olvidas necesariamente cuando trabajas media jornada y eres madre de familia) y hasta velas aromáticas para cenitas románticas.
Mis carros favoritos son los de padres novatos, llenos de pañales de diferentes tamaños, no vaya a ser que el niño pegue un estirón y cambie de talla repentinamente, toallitas variadas, papillas, colonias, ¡tanta vida por delante...!
Pero los más tiernos y especiales  son, con  diferencia, los de las  abuelitas  solitarias, compran como  hormiguitas mucha pechuga de pollo, leche, galletas y casi siempre arena para gatos. Suelo dejarlas pasar, ellas deben pensar que soy adorable pero lo hago egoístamente, así tengo más rato para inspeccionarlo todo. Las ayudo a cargar el carro, a cerrarlo y a veces hasta camino con ellas un trecho.
En cualquier cola que nos toca vivir puedes encontrar todo un microcosmos expuesto ante nuestros ojos con una claridad meridiana, desde la madre organizada con una lista de la compra digna de un inspector de hacienda, detallada, con marcas, cantidades y tamaños, a la que vive entre la espontaneidad y la improvisación y está abocada a terminar comprando sopa de sobre, pan y el lomo para la cena. El divorciado que busca sorprender a una nueva conquista y ha desempolvado un viejo libro de recetas, con la esperanza vana de parecer un chef ilustre. O el padre viudo que recompone la vida comprando con sus dos hijos aún entumecido por la ausencia. La señora de mediana edad que le cuenta a su vecina en voz baja lo mala que es la menopausia entre los jamones de la charcutería. O la chica flaca de trenzas que adora el muesli y tiene cercos bajo los ojos por un amor al que no olvida.

En las colas como en la vida hay de todo, las historias están ahí esperando simplemente  ser contadas.

domingo, 21 de febrero de 2010

GREAT EXPECTATIONS

Hay niños que son amados desde el mismo momento en que el predictor cambia de color. Como Inés la nieta de Mariví, a la que su abuela ya adora muchos meses antes de que ponga los pies en este mundo. Tienen suerte. En sus vidas por estrenar hay habitaciones calidas ansiosas por arroparles, cuidados amorosos de una legión de familiares y sobre todo esa entrega incondicional de papá y mamá, esa ternura que se desborda como una fuente.

Otros no. Sus madres o padres no quieren o no pueden atenderles, sé mucho de eso, creedme. Son niños hechos sin amor, absolutamente especiales, supervivientes natos, pequeños soldados de corazón tullido que cubren con desconfianza su plato de comida o esconden plátanos debajo de la cama. Ada es una de ellos; tiene seis años, el pelo ensortijado y una de las sonrisas más sinceras y hermosas que he visto nunca. Si no cambia acabará convertida en modelo o bailarina o las dos cosas a la vez, porque sabe posar y tiene desparpajo. Esa risa abierta y su energía inagotable la hacen parecer tremendamente fuerte. Pero Ada es frágil como la rosa del Principito y cuando llega a casa se quita su traje de niña que se come el mundo, igual que Peter Pan se quedaba sin sombra. Y la fuerza de Ada se cuela por debajo de la puerta hasta el día siguiente.

Esta semana han resquebrajado un poco la urna de cristal que la protege y a mí me ha dolido, porque a Ada hay que tratarla con delicadeza, con guantes blancos como esos que usan los joyeros. Y no olvidar que no es lo mismo ser que parecer.

Lo maravilloso de la vida es que gracias al destino, también ella tiene ahora una hermosa habitación a la que regresar después del colegio, una habitación en la que reconstruir su vida, amor a raudales y hasta un precioso globo terráqueo de color rosa, porque rosa debe ser su mundo de ahora en adelante.

Así que ¡cuidado a Ada! siempre hay que tratarla con guantes de seda, como a los diamantes.

DE CÓMO FUÍ INSEMINADA POR GEORGE CLONNEY EN PRESENCIA DE DOS FONTANEROS, QUINCE ESTUDIANTES DE GINECOLOGIA Y UN ESCAYOLISTA

Si amiguitos, de verdad de la buena, la Seguridad Social tiene estas cosas y aunque como bien sabéis esto de la reproducción asistida no es nada romántico (olvidaros de esos aguerridos espermatozoides que llenos de empuje serpentean trompas de Falopio arriba cual gráciles salmones, llegando frescos hasta el óvulo donde solo el más chulo conseguirá fecundarlo con donaire), todo esto después de un polvo fastuoso. PUES NADA QUE VER. Pese a todo, os puedo asegurar con total rigor que lo dicho en el título es completamente cierto y ocurrió hace ya algunos años en mi hospital de zona.


Para que engañarnos, en esto los tíos pintan poco, una mala corrida y poco más. Así que yo muy disciplinada y más fresca que una rosa recojo el botecito y me encamino a pillar el autobús, paso todo el trayecto dando ánimos a los espermatozoides “creo que os van a centrifugar pero debéis resistir y avanzar, es vuestro único cometido en la vida, jolin...” Mi compañero de asiento es guapo pero parece concentrado en un problema de hemorroides y ni me mira así que yo a lo mío, acabo imaginándome en plan Lady Ginebra presidiendo un torneo medieval y concediendo una prenda de amor al caballero que tras singular combate consiga depositar a mis pies el anhelado grial.

Ya sé que mis trompas están deterioradas, pero verlo en plan parque temático, subidas, bajadas, loopings, obstáculos tipo foso..., ¡resistid, agarraros...!

Después de esta estupenda arenga tan llena de fuerza, garra y saber estar (¡cielos me estoy reconvirtiendo en José Luis Moreno!), el siguiente paso consiste en registrar el semen, así que pacientemente me pongo en cola junto a una señora que va a registrar caca de niño, y otra muy dicharachera que lleva flujo vaginal  ¿qué, os mola?.

La enfermera registradora no ha pasado buena noche y cuando por fin me toca el turno pregunta a voz en grito, llena de delicadeza:

- ¿¿¿CÓMO SE LLAMA EL PROPIETARIO DEL ESPERMA???

Yo a estas alturas ya no tengo palabras y estoy en un tris de decirle que Brad Pitt es el donante pero resisto el envite y salgo de la cola con mi tubito debidamente identificado. Una vez ya toda la primera planta del hospital conoce el nombre del propietario del esperma gracias a la fantástica capacidad pulmonar de la ATS, (el talento que ha perdido la opera, ¡Dios mío!) me encamino muy resuelta hacia el laboratorio. Allí me despido del dichoso botecito hasta un par de horas mas tarde. En el laboratorio donde todo sea dicho, son guays, criban el esperma, es decir, se quedan con los tres o cuatro más fortachones, los únicos capaces de sortear toditas todas las dificultades, destierran a los debiluchos, a los holgazanes, en estas cosas técnicas definitivamente no hay cabida para los blandengues.

Pero vamos al meollo de la cuestión: planta 2ª ginecología 11:10 de la mañana. Yo continúo con el esperma peleón en la mano derecha y una novela en la izquierda para hacer tiempo, cuando siento la presencia de Pepa la supervisora (un cruce entre la Reina Isabel y Marina Castaño), “mira Amparo, hay un problema, ha reventado una cañería y el quirófano está inundado, como no tenemos otro libre, habrá que hacer la inseminación aquí aunque estén los fontaneros” Ven conmigo. ¡¡¡¿Cómo?!!! Os juro que se me fue la voz, estuve a punto de rociarla con el esperma capacitado, ponérselo en plan Algo pasa con Mary y largarme de allí para nunca más volver, pero ya conocéis lo paciente y comprensiva que puedo llegar a ser, así que acabo quitándome las bragas y subiéndome al potro en un quirófano con un palmo de agua, mientras al otro lado de unas mamparas dos fontaneros luchan denostadamente por controlar la fuga: “¡Pepe, Pepe hasta el fondo métela hasta el fondo! (la llave inglesa, malpensados)”

“ Y CUANTO MAS ACELERO MAS CALENTITO ME PONGO...” “¡Pepe empuja más, empuja!” De lo más distraída estaba yo en pelota picada escuchando estas expresiones y cancioncillas tan adecuadas para el momento. Menos mal que me habían dopado con un par de Nolotiles y me fui quedando traspuesta. No sé cuanto tiempo pasó, debieron terminar de achicar el agua y reparar el escape cuando noté un ligero toque en la pierna:

- ¿Amparo?

- Si, sí...

Abrí los ojos y allí estaba él. La primera impresión fue que era George reconvertido en ginecólogo de hospital, moreno 1,80, bata blanca con nombre bordado junto a la solapa, apuntad: LUIS LOPEZ LLENERA.

(Tranquilas ya he buscado el número de su consulta privada en las páginas amarillas), voz grave, pelo lacio y brillante (Si ya sé que soy un poco perra, fijándome con afanes libidinosos en el hacedor de mi futuro hijo, pero en fin...). Con delicadeza infinita (os lo juro que no es coña), atrajo mi culo hacia él y se puso a preparar los artilugios; los garfios, el semen paleolítico, las ganzúas... Yo normalmente paso por este trance con los ojos cerrados, pero dado su cuerpazo me tragué el ritual completo y me moría por decirle que hiciese de mí una mujer al método tradicional y se dejase de inseminaciones y otras zarandajas.

De pronto se abrió la puerta dando paso a un montón de alumnos que fueron tomando posiciones frente a mis piernas generosamente abiertas, mientras la grave voz de Luis narraba la operación un poco en plan Gila. “Como veis tiene el cuello del útero lateralizado” “ Ummm...” Justo, creo que voy a poder..., ya, ya, ya lo tengo”.
- “Aguanta un poco Amparo, ya estoy casi...”

Os juro que aquello era el camarote de los hermanos Marx, podía sentir los 16 pares de ojos fijos en mi coño y me quería morir. Gracias a Dios tubo tino y la cosa acabó pronto, no me hizo daño, los estudiantes se volatilizaron como por arte de magia y cuando ya se iba me cubrió con una sabana para que descansara un poco.

- Pues nada, encantado.

- Pues igualmente (pedazo de mema, mira que no articular un comentario mínimamente ingenioso).

Y allí me quedé recién inseminada y muerta de amor por él.

Toc, Toc, la puerta se abre, lamentablemente no era el Doctor López que hubiera olvidado algo.

- Buenas soy el escayolista.

- Nada, nada, pase Vd., está en su casa.

Me puse las bragas, metí la novela en la mochila y a otra cosa mariposa.

viernes, 19 de febrero de 2010

ZARA FOREVER

No soy una reina del glamour, nunca lo he sido la verdad, me molan las tiendas de barrio y los mercadillos, especialmente el de Pelayo, que cada martes disecciono con Bea y Rachele, dos mamis de cole, que comparten mi espíritu expedicionario y donde acabo comprando marcos de foto, toallas portuguesas o zapatos de plataforma… No tengo dinero para moda que pase de la media, así que no me busquéis en tiendas de sensacional ropa de firma.

Aún así todas tenemos un santuario, Audrey Hepburn se escondía en Tiffanys “donde nada malo podía sucederle” y se paseaba entre diamantes comiendo croissants recién hechos, yo obviamente no llego a tanto, pero durante años el Zara de la calle Colón ha sido mi Tifannys de andar por casa, a veces con amigas a veces sola, incluso con Max cuando iba en carrito, he consumido tardes probándome vaqueros imposibles para mi legendaria talla 42, en esa tienda que ha ido creciendo conmigo, me he visto guapa, fea, delgada, gorda, he sonreido o derramado silenciosas lagrimillas al ver mi tripa llena de cicatrices después de alguna operación, he reido como una loca al encontrar una ganga que me sentaba como un guante y he sentido la envidia corroerme al ver como le caen los pantalones a la guarra de Pilar.
D. Amancio me debe mucho, parte de su imperio ha salido de la fidelidad de mis modestos bolsillos, porque es una tienda anónima donde ninguna dulce señorita te pregunta como te sienta el vestidito en cuestión. Tú misma escoges, haces cola y a otra cosa mariposa. He de decir que no tengo comisión, aunque quizás reenvíe esta historia a su departamento de marketing (por si cae algo, más que nada).
El otro día había cena de madres del cole y me encontraba especialmente baja de moral, los quistes habían aparecido ya en escena y yo barruntaba que esta vez la cosa era especialmente seria, así que a la salida del curro me metí en el Cortefiel de la plaza de toros en busca de un vestido que me sentara bien, fuera barato y me hiciera parecer todo lo sana que definitivamente no estoy.
Cogí un par de trajes (que luego me compré) y me fui al probador, no tienen puerta, solo una gruesa cortina, fue cerrarla, quedarme en bolas y ponerme a llorar todo a la vez, pero no sollozar un poquito, en plan silencioso, nooooo!!!! Llorar a lo bestia, sorbiendo los mocos sin recato ninguno, en plan niño de tres años, sin pataleta eso si.
Y me tiré un buen rato, constatando lo blanca y descolgada que estoy sin poder parar de llorar, entre hipo e hipo conseguí colocarme los dos trajes y ver que, pese a la decrepitud, me sentaban como un pincel por delante y por detrás. Cuando ya empezaba a recobrar la compostura, sin previo aviso una dependienta loca por vender en su primer día de rebajas o pensando que me había dado un infarto y estaba muerta en el probador, descorrió la cortina sin un triste ¿Cómo le queda señoraaaa???!! Yo no podía consentir que una absoluta desconocida descubriese mis vergüenzas así a bote pronto, por no hablar de mis ojos rojos, los mocos, las bragas de día de regla… un auténtico poema. Así que solo se me ocurrió lanzarle uno de los vestidos prácticamente a la cara y decirle:

- ¡Una XL señorita, necesito una XL!
Corrí la cortina con una fuerza hercúlea y allí fuera se quedó la vendedora con el traje en la cabeza.

Pasado un rato, con las lágrimas ya secas y una pequeña sonrisa de niña traviesa en la cara, me atreví a salir de mi escondrijo, fuí a la caja, donde las empleadas me observaban con un “esta es la loca del probador” escrito en sus frentes, pagué los dos vestidos y me largué a casa, un poquito más relajada eso sí.

Definitivamente en casa de D. Amancio no pasan estas cosas…

martes, 16 de febrero de 2010

NI UN PELO DE TONTA

Con las peluquerías soy tremendamente infiel, no me preguntéis porqué. Durante años mantuve una relación estable con Maruja la perfecta peluquera, pero cayó enferma de tanto estirar, cortar y alisar, por lo que nos vimos abocadas a una ruptura traumática, desde entonces voy como vaca sin cencerro. Abarco desde El Corte Inglés que aunque te cruje, siempre te da lo que le pides, hasta la más cercana a la oficina que siendo un poco más barata, tiene claro el concepto de pelo correcto para rellenita simpática de mediana edad.

Esa es la teoría, pero yo últimamente, no estoy por seguir una senda predeterminada, al contrario, mi vida parece directamente sacada de la primera bajada del Dragón Khan, abundan las contradicciones, cambios de elección, de humor, de menú, de talla, vamos lo que se dice un ejemplo de estabilidad. ¿Por qué la peluquería iba a ser caso aparte?

Así que la semana pasada, me dejé seducir por la oferta de un corte de pelo espectacular, creativo, barato, alternativo sin ser radical, que daría a mi cabeza una imagen refrescante y renovada. El local cerca de casa parecía normal, el peluquero amable y distendido, con lo cual pedí cita, me puse la bata y me dejé llevar.

Peluquero: ¿Qué es lo que quieres que te haga?

Yo: (Embobada pensando por un instante que esa pregunta me la hubiera hecho Brad Pitt en carne mortal, que para eso tenía el Hola entre mis manos) Pues… titubeo un poco volviendo en mí y remarco: solo recortar las puntas, N O   E S C A L O N A R.

Vale, comprendo que para un peluquero cortar puntas no es precisamente un desafío a su creatividad, debe ser algo así como trocear un pollo para paella. Pero es lo que yo pedí.

Peluquero: Pues sería conveniente realizar también un completo barrido de color, debemos homogeneizar las diferentes tonalidades y texturas.

Yo: (que no entiendo porque este señor habla como si acabase de descubrir la teoría de la relatividad, para decirme que necesito teñirme). Ah!  Eso es porque la última vez me equivoqué de caja y me puse el tinte de mi madre.

Observo cierto rictus de desconcierto en el peluquero, pero no le concedo más atención, cierro el Hola y los ojos a la vez, porque estoy muerta de sueño. Me dejo masajear convenientemente la cabeza, mientras escucho la tijera cortar, después el run run del secador y cuando ya casi roncaba placidamente, noto un toque ligero en el hombro y una voz: “Ya está mona, he sido muy conservador pero te he dado una imagen mucho más actual” (versión light de: Falta te hacía porque estabas hecha una abuela).

Entonces es cuando abro los ojos y me enfrento al espejo y miro una vez, y miro dos, porque no doy crédito a lo que veo, estoy convertida en un cruce entre Farraw Fawcett y la morena de Abba y no puedo chillar porque hay más de siete personas presentes, bueno eso y que mi voz está tan flipada como el resto de mi ser y no me responde.

Peluquero: ¿Qué tal, como te ves? Ahora querida vas a rellenarme una ficha con tus datos.

Yo: ¿Qué parte de cortar las puntas no ha quedado clara?

Mi yo de antes, no se hubiera atrevido a semejante contundencia, por no hablar de que en mi armario no tengo un solo pantalón de campana.

Salgo de allí furibunda para nunca más volver, me encasqueto la capucha del abrigo y rezo por no encontrarme a ningún conocido.

Después de 15 años una no espera que le echen cohetes cuando regresa de la peluquería, la cosa consiste en pasar más o menos desapercibida, pero debo deciros que aun resuenan por los rincones las carcajadas de Román. Yo creo que no se hubiera reído más si me ve llegar con el pelo verde.

Rápidamente me metí en el baño, derramé unas lagrimitas de cocodrilo mezcladas con risas, me quite las ondas setenteras y volví en mí.

Definitivamente la próxima vez no seré infiel, volveré a la de cerca de la oficina: “pelo correcto para rellenita simpática de mediana edad”.

Tranquilos volverá a crecer.

domingo, 14 de febrero de 2010

EL RETRATO

Maruja Moscardó era una antigua amiga de mi madre que siempre fue cariñosa y dulce conmigo, recuerdo que me gustaba ir a su casa, tenía un precioso piso detrás de la Alameda, grande y como dividido en dos zonas, una destinada a la vida familiar y la otra a la parte profesional, porque su marido era dentista y tenía la consulta en casa. A mi me volvía loca tocar al timbre y que ella vestida de enfermera me abriera la puerta, o si estaba ocupada, que alguna vez me pidiera que por favor lo hiciera yo. De hecho llegué a aprenderme la frase: “Buenas tardes señor, por favor pase a la salita de espera”. Me encantaba que me mandara al salón con un leve empujoncito, porque eso significaba internarme en la parte íntima y dejar atrás una sala atestada de gente con dolor de muelas.
El salón era una inmensa habitación, con cientos de cosas por descubrir, fotos de sus hijos, de viajes, porcelanas, libros… pero el máximo atractivo era un retrato suyo que lo presidía todo. Para mí se convertía en un auténtico imán. Quizás porque fue la primera vez que vi a alguien conocido dentro un lienzo de aquellas dimensiones. O tal vez fue el primer cuadro que descubrí fuera de un museo, no sé definir que me atraía especialmente, pero si recuerdo con toda nitidez sentarme en la mullida alfombra para contemplarlo durante horas.
Un retrato complaciente, donde Maruja que debía andar entonces por los cuarenta y tantos, posaba sentada de medio lado, vestida de negro con un collar de perlas y los brazos al aire. No os he contado todavía que era una mujer guapa, elegante y con una sonrisa, que encendía su cara, aunque en el retrato aparecía sería, como reina de aquella casa, enseñando a quien lo admirara, cuales eran sus dominios. Una mujer acomodada, burguesa, segura y satisfecha con su vida.
Alguna vez oía comentarios como “es ella”, o “está tan natural” cuando alguien entraba y la veía colgada por primera vez. Aunque a mi me chiflaba mirarla en la pared, me gustaba más la Maruja que me ponía papas con cocacola, porque era cercana y estuvo presente acompañándome cuando recibí algunas de las noticias más devastadoras de mi vida.
¿Qué debería mostrar un verdadero retrato?, ¿La cara A o la cara B?, ¿Nuestras certezas o nuestras inseguridades? ¿Los logros, los fracasos, los anhelos, las esperanzas o un poco de todo en plan cóctel? ¿Qué estamos dispuestos a enseñar de nosotros mismos?

Tal vez yo tenga uno pronto…

domingo, 7 de febrero de 2010

Declaración de intenciones

Siempre me ha gustado escribir, ya en el colegio bombardeaba a mis compañeras con obras de teatro de misterio y amores imposibles. Ahora con casi 46 años, los cuentos se han convertido en mi salvavidas, me ayudan a manejarme con la vida diaria. Con ellos consigo divertirme, relajarme y hasta recuperar el humor.
Mis reflexiones son de andar por casa, cosas que observo caminando, ideas que me asaltan en la cola del supermercado. Trocitos de un gran cajón de sastre. Son concretas, breves pero aparte de la simplicidad inicial algunas pueden acabar llevándote a terrenos más hondos…


Bienvenidos

Pasen y vean…